(En clave final, 2/6 y 5/18)
“Hoy tengo por experiencia averiguado que únicamente los grandes santos
y los grandes pecadores, poseen la virtud necesaria para huir de las
tentaciones del amor.” Sonata de Verano. Ramón María del Valle Inclán.
En el principio fue la sábana
como una alta ola de espumas que se viene sobre una nueva mácula, guitarra o
ánfora, que espera quieta, y un fragmento oloroso de tu ingle cerrada. Después
vino audaz, sugerente, incitante la imagen de esa misma ingle con su surco de
vellos negros enclavada entre alba sábana y oscuro abismo del más allá del
lecho. La fina cuenca que nace en la cadera y escurre hacia abajo tibia y
carnal por su breve valle hasta convertirse en una delgada quebrada de pequeños
y enmarañados arbustos. Al oriente la manchita del sol poniente, al norte la de
la mariposa corazón, acá cerca la suave y pálida piel de tu pubis. Solo eso, medio
pubis y cadera y medio muslo, carne trémula vertida con erótico desparpajo,
tintineos de coqueto exhibicionismo reprimido y recién descubierto, quizá
gozado en la intimidad de una segura distancia excitante. Y nada más. [Pero yaces ahí un poco más allá de mi piel y
no te veo: me tocan con ligero aletear tus movimientos ... Amo tu carne que
alimenta mis brazos, tus muslos por donde mi deseo navega, la forma hundida de
tu piel bajo el vagabundear abandonado de mis dedos (i), tu cintura arqueada
sobre las sabanas tus muslos abiertos (ii), ha llegado la hora de regresar,
empiezo a subir por ambas piernas, tomo nuevas rutas, trazo nuevos caminos para
ascender por la suavidad de tu piel, voy arribando a tus muslos (iii), dulces
muslos deseados, íntima piel suave, mujer en muslos dulces, ¿dónde estás? ¿qué
ha quedado de ti? para mi boca el aire calcinado (iv)].
(i) Dos fragmentos de “Pero yaces
ahí...”, Ricardo Carballo Calero, 1973.
(ii) “Noche en tu cuerpo”, Mick
Blues, 2013.
(iii) “Ahora es tu turno”, Germán
Renko, 2011.
(iv) “Poema de los muslos”, Jaime
Sabines, 1954.
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