lunes, 29 de septiembre de 2014

CELIBATO


A Manuela Consuelo Soledad Palma Callosa viuda de Pajares

Extraigo las últimas gotas de los sumos masturbatorios, la mano estruja en su desespero los goces solitarios, los espasmos fálicos, el glande amoratado, el prepucio obnubilado por el placer masajeante, imagino obscenas secuencias de coitos y orales consumaciones, todo tiende a lujuriosas rememoraciones, a aquellas circunstancias donde se desbordaron reprimidas sexualidades. La mano es vulva o boca mamante, los ojos horadando las escenas prohibidas, buscando en la memoria las sensaciones de un olor, un sabor, un tacto en húmeda blandura, en los labios la deliciosa rugosidad de un pezón y su aureola. Divago ebrio de los vertiginosos ardores de la profanación manual, masturbación paja ipsación puñeta onanismo, ese túnel sin salida, ese tabú, tema vetado indecible vergonzoso, musgo de intimidades, el mero acto de proveerse placer sexual a través de la gloriosa estimulación del miembro ansioso, la caricia a mano propia en el cuerpo pecador, el oscuro secreto el autoerotismo, el simple hecho de tocarse a sí mismo, el vicio del que peca contra su propio cuerpo (Corintios 6:18). Con o sin lubricante, crema jabón saliva, restriegos sobre la sensible erección, virilidad sentida en su naturaleza más pura, solemnidad fálica del ceremonial pajero, los músculos de la pelvis se contraen y relajan, hay una música de quejidos y respiración agitada, lentos y rápidos movimientos circunscritos a la verga gozadora, la mente inmersa en el porno o las fantasías, siguiendo los íntimos patrones de la excitación absoluta, naufragando en el oleaje de la eyaculación. Los chijetes, el derrame, el goteo lánguido de los últimos estertores masturbatorios.


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