Vago por el día buscando tus ojos. Mis besos
buscan tus besos. Mis labios se deslizan por tu piel. Lamo tu pubis, tus
vellos, tu sabor me embriaga. Mis manos encopan tus blandos y tibios pechos. Se
enredan nuestras lenguas en un nudo ensalivado. Tu silencio se esparce por el
deseo de poseerte, turbios oleajes navegan tu cuerpo. Acaricio tus nalgas y la
noche se estremece entre tus piernas. Se erectan las bestias de mis lujurias,
todas llevan tus ojos tatuados, todas bufan en tus ingles, todas se inundan de
tu aroma, todas reptan en los territorios prohibidos de tu espalda río abajo
surcando. Rozo los terciopelos de tu vientre para irrumpir en tu sueño, me
inserto amo y señor en tus rubores. Te desmembro en los fragmentos de la mañana
siguiendo los recovecos de tu ausencia. Describo un arco penetrante sometido a
las densas aguas de tu vulva, embebido, anegado, punzante. Despliego mis
ardores de potro macho niño alojado en tus axilas, restregado en tu cóccix,
succionante en tus pezones. Tu mutismo cristaliza el mediodía en los hielos del
desasosiego. Mi miembro erguido gira hacia ti vibrando en su desespero, duro,
soberbio, introductorio. Nada sucede sin los ritos de tu mórbida carnalidad
expuesta, tus dedos de uñas decoradas en tu flor abierta hurgando, tu dulce
boca entreabierta por los quejidos del orgasmo. Todo consiste en la ardua
posesión de ti, en convertirte en calientes cenizas que escurran entre mis
dedos, que me incineren en los lodos del sexo cabalgante, que me incendien en
la hoguera de tu sudor y me derramen en el metal fundido de mi semen.
domingo, 21 de septiembre de 2014
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