Para la loba en
sus destellos
Entre tus perlas de hembra ansiosa haré mi
nido de macho solo, ahí entre esos pechos llenos a la sombra de sus pezones
erectos viviré los placeres edípicos del largo duelo de tu lento deseo no
saciado. Has buscado por el camino errado sin hallar nunca el inicio del
encanto, pero ahora loba en celo entre mis brazos de mujer seducida saciarás
esas perlas en mis manos. El placer es inevitable, el calor, las imágenes, los
deseos, te fustigan como vahos hirvientes, como látigos sobre la piel, como
bocas hambrientas en tus perlas cultivadas, en tus pezones duros de deseo, carnales
frutos en tus pechos, rosados, breves, erectos, donde juegan tus dedos
ansiosos. Pones tu mano con sus anillos suavemente en tu escote, sobre tu pelo
negro negro y tu pechos pálidos, cuantos buceadores navegaran ociosos y
ahogados por tus mares profundos en busca de esas perlas, del hermoso
espectáculo de esos pezones erectos, breves mástiles tibios sobre suaves dunas,
sus aureolas solares atacan los sueños, urden pecados en el tacto de su llena
belleza, duros elementos de los deseos, rosadas banderas de las ansias que
atacan, vencen y humillan al que alcanza el secreto, tus pechos duermen como
palomas asesinas, déjame sufrir su distancia y su belleza, diosa de nácar y
madreperla. Se adivinan las perlas turgentes bajo el suave rosado de la tela y
tu respiración eleva esas colinas en un ritmo de ansias contenidas, porque el
transparente negro (juego erótico de la bata y tu pelo) no alcanza a ocultar
tus deseos. Tu mano despierta tus pechos y un pezón se asoma voluptuoso, contraste
carnal sobre tu piel pálida, botón de fuego que enciende la mañana. Tus perlas
amaneciendo loba impúdica entre tu negro pelo y el negro escote son la perversa
venganza de la hembra herida, que intocables en terrible distancia agrandan,
endurecen, erectan, la carnal voluptuosidad del lobo. Esas pálidas perlas loba
lúdica, llenas, suaves, tibias, de tiernos pezones y tenues aureolas, urgen los
deseos de machos solitarios que en ardiente celo te buscan ansiosos en la
maraña de un bosque de voces. Son tus perlas desnudas loba lúbrica el rastro
persistente que huelen y siguen en desesperadas jaurías nocturnas tus
enviciados y jadeantes sementales.
Por el 2006
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