sábado, 13 de septiembre de 2014

L'EXHIBITIONNISTE PUDIQUE


Me rompes el lluvioso mediodía con tus ricas piernas desnudas, muy juntas, apretadas, definiendo la traza que oculta la lisura pecadora del interior de tus muslos, y esa bota negra, puntiaguda, emblema de incitantes masoquismos, y el pequeño mullido blando triángulo blanco que promete futuros esplendores sexuales. Me excitas calientas erectas, así rica desde el bautismo, desprejuiciada e impúdica, desatada, dueña de todos los lúbricos reinos de las caricias y los quejidos de los atardeceres felinos. Las piernas cruzadas, la suave y pálida pantorrilla, las manchitas deseosas de labios que las besen y una lengua que las ensalive. Grandes flores blancas sobre coquetos tules negros. La rodilla tierna y un fragmento de pierna en su palidez extasiante. Subiría mi mano bajo esa sedosa y blanquinegra tentación suavecito, subiría y subiría hasta el vértice vórtice húmedo y caliente, y allí dejaría mi dedo liberado a su lujuria, anegándose, ardiendo, hirviendo en el fuego lento de tu vulva, incinerándose en el incendio de las mariposas en peligro, en la hoguera surco medusa, sin calma ni sosiego, inicial en la prosa sin verso que desea derramarse densa y lechosa, lenta, sobre ti. Está lloviendo, y vas saliendo a comer mariscos con paraguas negro y pañuelo rosa fuerte, la chaqueta de cuero negro, caminas por la fina lluvia y yo dándote besitos en los muslos para el frío; ¡Te reís!... Pero sólo vos me ves (i), y me besas por ahí y siento tus labios, ahí, en ese tapado que es transferencia, cuando ya se nos viene la tarde distantes y yo me pregunto extrañado que hago con el abrelatas en la mano.

(i) “Balada para un loco”. Tango, con la música de Astor Piazzolla y la letra de Horacio Ferrer, 1969.



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