Te busqué por la tarde que se me venía fría y
nublada, con la aspereza de su vacía consistencia sin la silueta de tu cuerpo
en su desnudez arremolinada que me invade e inunda como un oleaje salvaje que
se extiende con su voluptuosidad excitante entre tus tetes y la tibia dureza de
tus rodillas. A contracorriente de la pura sensualidad que va subiendo como una
marea sexual desde la punta de los dedos de tus pies hasta la negra noche de tu
pelo en una desatada marejada de brillante azabache. Te busqué en las grieta de
los muros atardecidos, en las sombras somnolientas del jardín, en las junturas
de mis deseos machos, en la incipiente erección de mi verga que intuía tu nido
en el entorno lujurioso de los días desvencijados sin tus imágenes detrás del
cristal donde te me apareces en tus quemantes juegos de paloma esquiva. A favor
del viento de las lúbricas intenciones de poseerte en tu propio lecho
penetrando las húmedas y estrechas honduras de tus instintos de hembra
ilimitada y abierta a los punzantes apremios de su potro pervertido. Te busqué espiando
y deseando en las hendijas de tu día por la tarde de tu descanso mientras te
desnudabas en la soledad de tu cuarto y caminabas desnuda buscando mis ojos
mirones en los espejos donde me dejabas ver tus amplias palomas mullidas con
las rosadas aureolas de tus tetes y la hirsuta selva de tus vellos púbicos y la
sinuosidad de tus caderas y tu espalda y tus muslos y tu vientre y tus nalgas y
tus labios con la sonrisa del dulce pecado de la carnalidad expuesta en todo su
esplendor mientras va pasando la tarde en que te busqué ansioso y erguido sin poder
encontrarte.
domingo, 7 de septiembre de 2014
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