“Abandonado como los muelles en el alba.” La Canción Desesperada. P.
Neruda
“El nombre de una mujer me delata. Me duele una mujer en todo el
cuerpo. El Amenazado.” J. L. Borges
Niegas la surgencia, el retorno, la
repetición debida y buscada, te cierras a los ojos y a las voces, al nocturno
cavado en las sábanas sudorosas del insomnio, al denso rocío macho madrugador
sobre tu piel desnuda, escurriendo quemante como la savia del árbol del pecado.
Evades los sortilegios de la pasión cabalgando las secretas infidelidades de
las almas atrapadas entre soledades y plenilunios. Te ciegas al cristal de los
azogues, a los textos ya escritos en los destinos, al caos de las
incertidumbres sucesivas, a la sensación de no estar sola nunca porque alguien
te desea y te espía detrás de todos los vidrios. Enmudeces mordiendo tu lengua
para no declararte vencida por las nostalgias de los soeces susurros y las impúdicas
caricias, seducida por lúbricas estimulaciones y vergencias proximales. Abjuras
de la antigua cercanía viciosa con el lamedor insaciable, lingüista
voraz, vicioso masturbador oral, cunnilingüista desaforado, sibarita de jugos
vaginales, masajeador impuro, sórdido inpenetrante, lujurioso sátiro del bosque
púbico, tierno penetrador, y cronista irrespetuoso de tus imposibilidades,
pudores y recatos, de tus fantasías reprimidas, de tus ansias subterráneas y de
tus ardores desesperantes en la húmeda penumbra de tu lecho. Reniegas de haber
sido inflamada por el canto del desespero, de renacer momentánea entre las
ruinas de los suburbios de los sueños, en sus plazas enlluviadas, en sus
parques de estatuas congeladas y escaños vacíos, en sus esquinas de tristes
faroles, en sus breves calles tumultuosas, en los musgos y en las garúas. Rehúsas
deshacerte de tus soberbias mientras giras y giras sobre ti misma.
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