Te extraviaste en los tortuosos senderos de
los celos y las furias, en los bosques de las frutas prohibidas y en las
literaturas de obvias ficciones e insensatas fantasías, fuegos de artificio,
cahuines de circo pobre, carnavales y barullos, meras faramallas. Y por esa
fanfarria de efes confundidas, en ese baile de equivocaciones como los
desvaríos de una vloca patética te
perdiste la mano que acariciaba con impudicia el interior de tus muslos, la
boca labios lengua que lamía y sorbía con encantador desparpajo tu vulva
ansiosa y tu clítoris sensible, tus ingles sensitivas y hasta el ceñido surco
que esconde la vergonzosa florcita del sur, te perdiste las voces trabadas y
sobrepuestas sobre los felinos fragmentados diciendo esa letanía de lúbricos susurros;
bésame, rózame, tócame, acaríciame, mámame, succióname, penétrame, mastúrbame,
y te perdiste los estremecidos quejidos de la consumación y la laxitud del
después saciado. No importa, yo seguiré siendo una mezcla rara de fauno de
peluche, gato al acecho e inocente niño de madre, entomólogo vicioso de la Araña
Rala del Vértice, trazador lingüístico de tu soberana verticalidad sexual,
untoso ensalivador de tus glúteos, pegajoso derramador de seminales licores,
vúlvida bestia penetrante, fálico perpetrador, falaz pervertidor de damas
pudorosas y sórdido ofendedor de desprevenidas musas exultantes, y tú te
volverás a envolver en esa fría niebla de recatos desde donde yo te desnudé un
día, antes que llegaran el otoño y las lluvias, e iluminé tu rostro adusto e
incrédulo con las luces lejos de los barcos imaginarios allá abajo en el puerto
imaginario de la noche de los besos. Y todo seguirá igual que antes del antes,
como si hubiéramos sido solo rayas en al agua, huellas en la arena que ya borró
la siguiente marea, rostros sin nombre y manos otra vez vacías.
sábado, 20 de septiembre de 2014
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