Abres la mañana con tu pijama de
tierno celeste suave, tus pezones marcados en la tersura cielo de la tela, el
amplio escote abierto con casual coquetería, los pechos exhibidos, ofrecidos
con delicioso y sensual descaro, y tu mano en el sexo insinuante, así me enamoras
con tus perfumadas palabras florecidas. Me seduces con tu pelo negro oleaje
derramado como algas lujuriosas sobre tus hombros cual estatua de mármol seductora (i), me incitas con tu mirada los
instintos más oscuros y me excitas con tu majestuosa desnudez de sexuales
desparpajos, y te observo enfervecido inserto entre tus piernas mientras fumo y
ahumo tu vulva para dejar en ella mi sabor y mi olor de macho y tabaco. Consumas
mis masturbatorios deseos, tus arrullos de paloma ante el espejo se cargan de
ardores, de fogosas concupiscencias, de desordenados apetitos de solitarios
placeres pajeros, la mano propia se abandona al vicio onanista, al masturbaje
que te glorifica en tu boca tu ombligo tu vientre tu pubis ahí detrás del
cristal solemne como una mórbida nudista voluptuosa, sacrosanta y desvestida en
la intimidad lejana imposible de tu dormitorio. Miro tu tetamenta en su danza
bamboleante, llenas y maduras frutas de jugosas incitaciones, tus pezoncitos en
sus erguidas protuberancias, me reseñas el deseo con tus manos vagando
voluptuosas por tus senos, ofreciendo tus pezones a la boca que te mira sedienta,
y el potro te cubre penetrante, excitado, y eres su esclava y doncella, porque
contigo logra el esplendor extásico del goce físico, viendo tus tetas, tus carnales
botoncitos, tus glúteos, tus manos aferrando el falo que guardas por ahí
secretamente y que me reemplaza vibrante.
(i) "Estatua de mármol", Memo Neyra.
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