Y mi escritura te pervierte y te
posee, te rompe en silabas susurradas, te fragmenta a veces en grafías obscenas
y te retrata verbalizada por los siglos de los siglos en los furtivos encantos
del orgasmo. Allí desnuda en la palabra, seducida, manoseada, masturbada,
poseída, penetrada, te derramas, te viertes, te deshaces en una fina arena
caliente que escurre entre mis manos ávidas de tu lascivia carnal, de las estremecedoras
perturbaciones que me infieres en las lunas diurnas de tu demoníaco estro permanente.
En las vocales, escaldado mi miembro por las aguas hirvientes que nacen en la
profunda humedad de tu vagina o en relente lubricante de tu vulva o en la
saliva incandescente de tu príapica boca succionante. En la frase que te
enciende, y te vuelca hacia el estupro o la frágil sodomía en tu densidad
acuosa, delicada manipuladora testicular, disfrazada gata en celo vagando por
todos los tejados posibles, infiel por la gracia imperecedera de tu divina
sexualidad desbordada, enmascarada meretriz. En el impúdico texto sobre tu
piel, tus pechos, la línea axial de tu frontispicio, de frente a perineo y
antes por el cauce oloroso de tu vulva, narrada en lúbrico ecfrasís en tu
exultante morbidez, sobre tu piel, tus muslos, la línea central de tu espalda,
de cervicales a cóccix y más por el surco entre tus glúteos, descrita poro a
poro en tu subterránea osatura esencial. En los párrafos del fornicio que te
contiene con las piernas abierta, receptiva anhelante, ninfomaniada, enlamida,
y en el palimpsesto que escribí sobre otros antiguos manuscritos con mi semen demorado
en la tensa superficie de tu vientre voraz. Sin nomenclaturas ni significantes
queda el eco imposible de transcribir de la perfilada dulzura de tu voz deslizándose
angelical por aquella manhã de carnaval.
Porque en el principio eras el verbo, plena eres ahora de golosas indecencias.
lunes, 2 de marzo de 2015
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