domingo, 8 de marzo de 2015

TIERNA HABITANTE ANOCHECIDA


Signos tus rubores de que mi voz por ti hechizada despertó las íntimas vibraciones de la musa de humo que persigo buscándote dibujándote imaginándote en las grises nubes que se elevan mientras fumo, y que surgen desde la brasa encendida entre mis dedos donde tus lejanas seducciones me queman en carne viva. Desde las soleadas sombras de tu mediodía emergieron barrocas jardineras, claveles japoneses, pensamientos, lazos de amor, porcelanas begonias y miramelindos, en la greda y el cuarzo, allí estaba tu mano femenina y tu sensualidad codificada en el juego de colores, amarillos, rojos, rosados y blancos, anaranjados y fucsia, y en el púrpura de los pensamientos eternos que me llevan al jardín de mi infancia mientras se eleva el humo del nostálgico cigarrillo. Y te escribo y describo bajo tu embrujo, escondido, sigiloso, sin atreverme a enviarte estos papeles de pequeñas obscenidades para que tu silencio de humareda distante me deje entrever la rosa nocturna en su rocío esparciendo un vaho de deseos retenidos en tus manos apretando las sábanas con el fervor infiel de una secreta lujuria. Y hay en tus imágenes tentaciones, humos, ansiedades, una topología imperecedera, ardientes humos de tabaco que sostienen tus ausencias de distancias que no de lejanías, tú allí eres la tierna habitante anochecida del nocturno que no ceja de hacer germinar los deseos que nunca serán consumados. Y me quedo envuelto en el perfume de tu humo persistente que te trae desnuda e impúdica a mis manos en la solemnidad respetuosa del destierro, cediendo a la imposibilidad con un manojo de intensos girasoles.


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