Signos tus rubores de que mi voz por
ti hechizada despertó las íntimas vibraciones de la musa de humo que persigo
buscándote dibujándote imaginándote en las grises nubes que se elevan mientras
fumo, y que surgen desde la brasa encendida entre mis dedos donde tus lejanas
seducciones me queman en carne viva. Desde las soleadas sombras de tu mediodía emergieron
barrocas jardineras, claveles japoneses, pensamientos, lazos de amor,
porcelanas begonias y miramelindos, en la greda y el cuarzo, allí estaba tu mano
femenina y tu sensualidad codificada en el juego de colores, amarillos, rojos,
rosados y blancos, anaranjados y fucsia, y en el púrpura de los pensamientos
eternos que me llevan al jardín de mi infancia mientras se eleva el humo del
nostálgico cigarrillo. Y te escribo y describo bajo tu embrujo, escondido,
sigiloso, sin atreverme a enviarte estos papeles de pequeñas obscenidades para
que tu silencio de humareda distante me deje entrever la rosa nocturna en su
rocío esparciendo un vaho de deseos retenidos en tus manos apretando las sábanas
con el fervor infiel de una secreta lujuria. Y hay en tus imágenes tentaciones,
humos, ansiedades, una topología imperecedera, ardientes humos de tabaco que
sostienen tus ausencias de distancias que no de lejanías, tú allí eres la tierna
habitante anochecida del nocturno que no ceja de hacer germinar los deseos que
nunca serán consumados. Y me quedo envuelto en el perfume de tu humo persistente
que te trae desnuda e impúdica a mis manos en la solemnidad respetuosa del
destierro, cediendo a la imposibilidad con un manojo de intensos girasoles.
domingo, 8 de marzo de 2015
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