martes, 24 de marzo de 2015

QUATRE FOIS DÉSIRÉE


Sé que eres tan pudorosa que ni siquiera te atreves ni a imaginar, pero te voy a liberar de tus perturbadores demonios aunque después otros machos todavía desconocidos cosechen en ti mi siembra. Porque ardes en el mismo fuego que me quema, que me consume noche a noche hasta la ceniza entre las arenosas sabanas del insomnio. Estás sedienta de la misma la sed de carne viva que reseca mi boca en la oscura soledad. Tu hambre de morder hasta saciar los instintos es la misma que me lleva tras tu rastro. Compartimos el fuego, la sed, el hambre, los desbordes inusitados de la pasión y la complicidad de nuestras desesperaciones. Coqueteamos urgiendo las palabras para digan lo que no dicen sabiendo que dicen en secreto a dos voces los obscenos deseos entre susurros inentendibles de un idioma codificado hasta la irrisión. Nos sabemos los cuerpos y los quejidos, los tactos en la piel del otro, los sabores y los aromas, las cicatrices, las marcas las manchas y los lunares, nos sabemos enviciados en esta conspiración de sexo transparente, de erotismo contenido y a la vez pervertido porque no se consuma más que en la misteriosa concavidad de la noche del silencio. Te vienes cuatro veces sexteando sobre intenso celeste de cielo, de lagunas escondidas, de geológica anilina de crisocolas o turquesas, de negro tu pubis cubierto y arriba vestida de una trama blanquinegra que sube por tu estomago negando piel y ombligo, las uñitas de tu pies en sus rojos granates y un lejano horizonte de suave verde claro, te vienes de piernas cruzadas, juntas, apretadas, inviolables, tendida sobre otro lecho, exultante en la luminosidad mórbida de tus muslos pálidos y tibios, te vienes cuatro veces deseada, púdica, quieta, silenciosa, sin dejar ver por soberbio recato o reprimida intención esa húmeda intersección donde habita la flor mariposa de tu sexo oloroso a gloriosas tardes en las ardientes alturas de los campanarios de la lujuria.


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