El negro body, el rincón
escondido, tu pecho y su tibia carnalidad voluptuosa, su deliciosa turgencia, su
oculta y prometida blandura, la mano que lo ofrece al deseo, el negro noche
como tus cabellos invisibles, la blanca porcelana, el amarillo del muro, la
trama turbia de densos ocres de tabaco y beige, el blanco rococó del friso que se
quiebra en la esquina donde te exhibes encubierta, tu reflejo en el espejo, tu
uña larga para dejar la marca de la apasionada caricia, ese pequeño lunar ahí
en tu seno esperando el beso que lo invoque para siempre en la memoria, las
elegante uñas rojas y una en rosado holográfico, el anillo, la pulsera en la
mano que ofrece edípica ese pezón tierno en su íntimo desparpajo. Sobretodo la
cómplice urgencia del envío, el clandestino pecado que te hizo esconderte para
mostrarte ante mí como una esclava sometida a las calenturas del amo, como la
doncella que se rinde al varón que la seduce, y como la potranca al potro que
la cubre. El contraste del negro y el blanco, tela y azulejo, el contorno de
tus pechos, el breve lunar al borde del canalillo, tu piel, la cerámica y la
porcelana, el metal de las joyas, el rojo intenso, la protuberancia del pezón
punzando el azabache del tejido, tu carne obscena y el azogue que la posee en
su reverbero y su reverso inquietante. Todo revuelto, caótico, mezclado en una
turbulenta epifanía voyerista, amarillo negro ocres blancos rojo rosado, la
mano que expone el seno inhiesto y la mano que capta la imagen con pecado
concebida, el deseo erectando el mástil lujurioso, el rincón furtivo donde nos
consumamos, todo lo que posee el perfume sexual de tus deseados reflejos.
martes, 31 de marzo de 2015
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