Abatiste en mí tus pechos tiñendo
el rosicler los sonrojos, jardín de nardos y de mirtos rojos eran tus senos
mórbidos y fragantes, abriste palpitante las puertas de marfil de tus hinojos y
de tus ardientes labios, tu aguda lengua fue fino dardo, seducida gemiste de
delicia y de congoja (i). La mujer que tiene los pies hermosos nunca podrá ser
fea, mansa suele subirle la belleza por tobillos pantorrillas y muslos,
demorarse en el pubis que siempre ha estado más allá de todo canon, rodear el
ombligo como a uno de esos timbres que si se les presiona tocan ‘Para Elisa’,
reivindicar los lúbricos pezones a la espera, entreabrir los labios sin
pronunciar saliva y dejarse querer por los ojos espejo, la mujer que tiene los
pies hermosos sabe vagabundear por la tristeza (ii). Devoraré los espejos que
se posarán en tu humedecido vientre mientras tu flamígera lengua desvirgará las
burbujas de mi sexo enardecido... (iii). Lo que me gusta de tu cuerpo es el
sexo. Lo que me gusta de tu sexo es la boca. Lo que me gusta de tu boca es la
lengua. Lo que me gusta de tu lengua es la palabra (iv). Eso dijeron los que no
te conocieron, yo solo quiero besar tus labios y dejar jugar nuestras lenguas
en un beso largo como la noche, que suave mi mano descorra el vaho que deja esa
otra humedad en el espejo empañado para que sientas mis caricias en tu desnudo
cuerpo reflejado, y mullidos tus pechos de alabastro sobresalgan en su tibia
cornisa para mis ojos agobiados de lujurias por el cristal y el azogue.
(i) Paráfrasis de un fragmento de
“Posesión”. Caro Victrix, Efrén Rebolledo
(ii) “Pies hermosos”. Mario
Benedetti
(iii) “Al otro lado del mar”.
Fragmento. Rafael Fernando Ospina
(iv) “Lo que me gusta de tu
cuerpo...”. Julio Cortázar
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