En su fiera consistencia de
olorosa humedad en la convergencia de los muslos y el blando cojín piloso del
pubis, es centro de la ye, vértice de la uve, apretada zanja bajo la mata negra,
tajo entre el hirsuto plumón, canal bordeado de la zarza rala o enmarañada de
los velos púbicos, cauce anegado de sabores y olores inolvidables e irremplazables,
majestuoso surco, tierna carnalidad, rosada obscenidad en su lasciva
verticalidad abierta, en su incitante cisura cerrada, hendida rosa succionante en
su voracidad de resbaladizo cenote, en su textura de impúdico marisco, flor,
gruta, lenta vertiente de viscosos fluidos, pórtico a calientes noches
humedecidas, bivalvo desconchado, jugoso molusco dilatado, templo hambriento del
ritual de todo fornicio, vertical boca tragadora, verbalidad chapoteante que se
hace boca engullidora, carnívora bisectriz esencial de los deseos, dulce breva
madura, ancestral nido terrestre, penetrada hendidura donde teje su secreta telaraña
la hembra seducida, derramado doble paréntesis que encierra un sensible cero
volado, oquedad poseedora de la mojada textura del delirio encajante, de un sabroso
mejillón chorreante, en ella decantan las eyaculaciones sorbidas por los
espasmos y contracciones de los vibrantes orgasmos, en ella juegan a veces los
dedos propios hurgando sus resquicios masturbatorios, buscando la solitaria y
pecaminosa saciedad asexuada, monoica, fundatrígena, sellada al macho inútil en
el íntimo goce, delicioso fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, de
la oscura sabiduría que niega el más allá para que el hoy asuma su verdadera vertiginosidad,
vórtice perforado, concha, coño, chichi, chocho, choro, chucha, cuca, panocha, vulva.
lunes, 16 de marzo de 2015
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