Tu boca en mi boca ensalivadas,
los dientes tintinan en la desesperación del ávido beso de hambrientos amantes,
las lenguas de buscan, se enredan, se entrelazan en una cópula de húmedos
caracoles escondidos en las ansiosas cavidades bucales, grutas del pecado, del
goce, de la insaciable urgencia de besarnos ilimitados hasta ahogarnos
naufragados en el nosotros desatado. Embesados nos sorbemos y absorbemos,
sedientos de las salivas nos bebemos el uno al otro en las vertientes
desaforadas de nuestros labios, urgimos la voracidad bucal, nos mordemos, nos
masticamos, nos comemos, nos vamos tragando en el relente que va dejando el incontenible
besamiento. Las narices se encajan en el deleite de los aromas de la piel
deseada, las bocas se abarcan una a la otra, se cruzan, se montan, se poseen en
un ceremonial de escabrosas esencias carnales, atrapas mi lengua como si fuera
mi miembro, la persigues, la atrapas, la succionas, tus pechos punzan mi pecho,
mis manos se enredan en tu largo pelo negro oleaje perfumado, tus manos
acarician mi rostro con lujuriosas ternuras, nuestros cuerpo se apegan, se incrustan,
se disuelven fundidos por la incandescente pasión que nos abruma y nos decanta y
nos estremece. Nos delatan los susurros, la intensidad del prolongado abrazo,
el ritmo acoplado de los eróticos movimientos que semejan el anhelado fornicio,
el calor sexual que hace hervir las horas en nuestro infinito destiempo. El
beso alarga la noche sin encontrar la madrugada, se hunde en la tibieza de las
sábanas para volver a florecer desde tu boca en mi boca humedecido y salvaje.
sábado, 14 de marzo de 2015
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