Reflejada deliciosa de claro
celeste cielo y negro voluptuoso su frágil cuerpo vestido, atrás los lirios de aquel
loco inmortal, y el lecho deshecho. Encoparía esos pechos con la tierna
vehemencia del edípico extraviado para sentir bajo ese negro tejido su tibia morbidez
y sus punzantes pezones. Femenina y elegante con la capelina blanca, clara como
su sonrisa de altiva esfinge, de dama madura que piensa y siente igual que
antes, cuando los deseos la abrumaban de ternuras por el amante recienvenido, atrás
los libros y la azul corona del pequeño príncipe de su estirpe. Me aferraría a
esas caderas como un náufrago desesperado rememorando ciertas tardes y una
enagua pudorosa, buscando otra vez la mariposa atrapada en su pubis. De pie,
entera y perfecta ante el espejo oval, de sombrero, sonriendo sola al sentir
sin creerlo las hormonas revueltas fluyendo por sus recuerdos, el lecho
ordenado en su púrpura, amarillo, celeste y blancos con rosados, atrás los
lirios en el muro de claro amarillo. Abrazaría su delicada fragilidad oliendo
su perfume en su cuello besado con insistencia del amante ansioso que retorna
desde sus insomnios. Es ella tres veces replicada, siempre con el cómplice y
rojo pecador en sus manos, y un rincón del jardín de sus delicias, las quietas
aguas de los botes amarillo y rojos, ella frente a los arbustos en la quieta
plenitud de una costa inquieta, el estanque de los peces ausentes, la pequeña
cabaña frente al mar y las oscuras grises arenas, la tierna jirafa durmiendo en
el sopor de la canícula. Es ella, la evasiva mariposa seduciendo con crueles
lejanías al tímido escarabajo.
sábado, 21 de marzo de 2015
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