lunes, 9 de marzo de 2015

INVOCADAS CONCAVIDADES ALCANZADAS


Yo puedo devorar tus carnes humeantes para saciarnos el hambre y la sed en un atardecer sin crepúsculo ni lunas sobre los techos allá abajo, lamerte el entero sudor, abrevar en tu vulva las aguas vaginales del deseo, anegarte de densos y lechosos rocíos seminales, dejarte exhausta, saciada, adormecida sobre el lecho revuelto en medio del vaho de los sexuales aromas de la copula. Yo puedo escribir por todo tu cuerpo en su desnudez palpitante con mi lengua ensalivada los salmos del estupro consentido, enhebrar el goce suspendido desde tu boca a tu sexo con un hilo estremecido de quejidos o susurros, morder cariñoso tu pezón dormido, enredarme en ralos vellos y deslizarme por el interior de tu muslos como un oscuro pez carnívoro. Yo puedo soñarme entre tus piernas encarcelados en un coito de bestias salvajes o en la sodomía de asexuados ángeles pervertidos, habitar la concavidad de tu ombligo, la charnela de tus axilas o los arcos de tus ingles, puedo insertarme en los goznes del revés de tus rodillas y en los tierno intersticios invocados entre los dedos de tus pies. Podría incluso desatar tus manos, exterminar ese pudor desconocido que te deja sofocada y pendiente, rastrojear por tu piel buscando las semillas de antiguas caricias inconclusas, pero no puedo determinar mis tiempos de pasajero inhabitante, detener el plenilunio o el lento derrumbe solar, evitar el otoño o rodear la piedra del invierno, desatar la primavera o hacer cristalizar el estío para que tu boca siga bebiendo para siempre los dulces zumos del amor.

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