Dejarás marcado el dibujo de tu
boca en mi piel ansiosa de su ávida quemadura, será la cicatriz del fuego del
deseo, de las brasas del mismo rojo vivo de tus labios, carmín y saliva, frutilla, cereza o manzana, sabores o dulzuras
de besos que morderán entre susurros la abarcadora lujuria de esta otra boca
que te besa. Irá trazando tu roja boca la precisa topografía de este cuerpo en
posesión de ti, atrapado en tu sonrisa de cristales y caracolas, en la
sensualidad inquietante de tus labios entreabiertos, en la obsesión de seguir
ahí navegando por el borde de tu lengua hasta el naufragio. Será tu voz irrumpiendo
en el misterio de la palabra, en la voracidad deslumbrante de altiva hembra
seduciendo, en el vaho tibio que abruma la noche desde donde te pienso y deseo.
Tu boca, solo tu boca más allá del conjuro o de la vastedad de la penumbra
perfumada por tu pelo, oleaje de finos hilos de brillantes obsidianas, incluida
en tus ojos invadidos de ternuras. Tu boca sedienta lamiendo, succionando,
sorbiendo, tus labios reteniendo la suave piel desesperada, corriendo y
descorriendo esa tersura erecta, esa la carnal dureza. Tu saliva anegando desde
tus rojos abiertos el otro rojo erguido, el roce húmedo, el apasionado apremio
labial, la densa impregnación y el ahogado quejido de rojo teñido. Tu boca
mordiendo, aspirando, besando, torturando con la furiosa insistencia del tiempo
perdido, tus labios como palomas felices revoloteando en torno a las ruinas
saciadas del campanario derrumbado.
jueves, 12 de marzo de 2015
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