Para Κασσάνδρα
Describo el arco que te evita,
cierro mi voracidad hambrienta por tus carnes ampulosas, anulo la sedienta
obsesión por tus jugos sudores saliva, detengo el vicio pervertido de
embriagarme de los olores de tu vulva y tus axilas, dejo de desearte, huyo del
soñado fornicio entre tus pechos o tus glúteos, entre tus muslos, allí en tu
sexo abierto en descampado a mis turbias masturbaciones. Dejo los ritos del
onanismo desquiciado y las ceremonias de las mañaneras poluciones, la búsqueda
en tu mórbida desnudez, de las intensas emociones que me arrastraban a
perversas satisfacciones sexuales donde tú girabas horadando mis secretos.
Quiebro la secuencia repetitiva de eróticos hechos, el sello que nos libra de
nosotros mismos, de la vertiente donde nos licuábamos enfebrecidos, orgásmicos
y eyaculatorios, el cenote más profundo que el mero erotismo textual, de las
excitantes imagos, de las estimulaciones y las miradas transgresoras. Dejas tu
piel fulgurando en las penumbras del deseo, te derramas en las arcillas
bamboleantes de tus senos, en las negras hebras de tu pubis y los cobres
protuberantes de tus pezones, te viertes en la rosa y húmeda de tu vulva,
incesante, pervasiva y solemne. Aunque me dejas huir permaneces, sustentas con
soberbia tu insinuante persistencia, tu voz se desmorona insistente, silencioso
reniego del punto encendido donde iba colmando tu cuerpo de palabras
prohibidas, soeces, obscenas, donde te podía intuir imaginar observar desnuda
revolcándote en un goce desconocido sobre el lecho imposible. La noche me trae
tu aroma de hembra inolvidable, tu lengua lame mi verga como si aun no te
hubieras ido, pero la distancia va resecando tu boca con el olvido.
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