El salvaje desenfreno de la
jungla, sus vapores calientes subiendo por la húmeda fronda vegetal, perfumes
de orquídeas y sudores de fieras en celo profanando la penumbra emboscada, el
acecho macho sobre la hembra derramada en su impudor exuberante, en la
obscenidad que se brinda como turbia tortura seminal, el descaro entre la intensas
flores abusadas y los altos engendros de las pervertidas fantasías, atrevimientos
sinuosos con la elegancia de una leopardo hembra en celo, su prestancia felina,
la delectación de saberse y sentirse deseada hasta la masturbación, ese empíreo
manual que contiene el pecado y el más primitivo fruir sexual, la salacidad de
pensamiento, palabra y obra, el vestigio
de lo inicial que permanece con el mismo esplendor de su exhibicionismo
incesante, de la venérea contemplación de esos mórbidas pechos con sus pequeños
pezones sensibilizados por mano propia en el juego de encender excitar erectar,
sigilosa bajo la piel sagrada del sangriento felino, mimetizada en los lúbricos
matorrales orgiásticos, acechando voluptuosa como un escabrosa esclava de los
ardores del amo, doncella seducida por el depravado cortejo de la bestia
ancestral que desbocó sus instintos, abrió sus pudores y la hizo deseada para
siempre, ella, abierta flor incitando en los festejos onanistas del íntimo
carnaval que va sucediendo en la selva ardiendo con los fuegos feroces de la
lujuria impenitente, baja, gira, glúteos
canal muslos canal anal, gira, nido mano allí rozando ofreciendo, acá la mano
propia sigue y sigue, sube y baja, prepucial viciosa gozadora, continúa
aferrando, apretando, masajeando, y después de la deliciosa eyaculación a ojos
cerrados, estrujando. Se esparce por la espesura un aroma de macho saciado que evoca
en la hembra las perdidas fragancias de la cópula.
viernes, 13 de marzo de 2015
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