viernes, 13 de marzo de 2015

CANTO DE SIRENA EN LA ARENA


(Prosopis chilensis)

El caluroso mediodía la encuentra en la perfecta actitud de un ave lista para emprender el vuelo y elevarse por las azules alturas marinas, una mano en un gesto de gracioso saludo, la otra en un ademán de sofisticada elegancia femenina, su sonrisa de pequeñas blancas caracolas, sus ojos alegres como de niña jugando en la playa, su sombra es una gaviota en vuelo sobre la costa, sobre ese horizonte de cerros con verdioscuros pinares y sobre el tumulto de frías edificaciones lejanas. Sus pies ligeros en las amarillas arenas doradas no dejan huellas, la rodean las oscuras algas robadas por el mar a las profundidades que trazan los avances y retrocesos de las mareas que la buscan para recuperarla, sirena escapada. Allá mas lejos otras gaviotas como ella juegan en la blancura de las espumas esperándola mientras el mar verdiazul la observa inquieto y enamorado. La íntima soledad de la playa la incita a las atrevidas sensualidades de un lúdico nudismo: deja su cartera sobre las arenas como si dejara en ella el pasado, el recato, la continua contención, y con insinuantes movimientos se quita la chaqueta sin mangas de dril azul, la blusa de grandes puntos blancos sobre fondo negro, y luego con abierto desparpajo, los albos pantalones, el sostén blanco, los cuadros blancos, en una recreación de los oleajes y las espumas. Se queda solo con el sombrerito coqueto y las frescas sandalias, y corre así desnuda por las arenas que la besan siguiendo la línea de las olas que la espían, libre, desatada, feliz, sintiendo en su piel la calidez solar que la abraza y la envuelve, y la posee por toda su piel anhelante, hasta desaparecer devorada por las agitadas espumas que vienen de donde habitan las sirenas.


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