Polinizaré la flor abierta de tu vulva
como un insecto macho potro insaciable, abriré sus pétalos con la demencia de
un escarabajo atrapado en tus embriagantes licores destilados en las sombras
del nocturno en vela, ascenderé las dunas tibias de tus pechos hasta beber tus
instintos más oscuros en tu pezones protuberantes como un niño macho potro
sediento de ti, yaceré dormido sobre la tentación voluptuosa y pecadora de las suaves
combas deliciosas de tus glúteos, me volcaré suicida perturbado por las sinuosidades
de tus caderas, me escurriré temblando de lujurias pérdidas por el canalillo de
tu escote y también por el que separa tus nalgas y oculta la tímida flor de mis
delirios. Dejaré la marca de mi lengua lasciva en los carnales goznes de tus
rodillas, de tus codos, de tus axilas, en esos velados territorios vírgenes de
macho para elevarme por tus otros sueños, para desfallecer en tus otros aromas,
en las ciénagas de tus misterios, en la perplejidad de poseerte flagrante
surcando todos tus cauces posibles. Me simularé gusano, caracol, lobo macho,
potro erecto, para así aniquilar los desasosiegos que burbujean en tus arterias
haciendo crujir tu corazón hembra y volver por tus venas como un agua saciada
sin origen ni vertiente. Destruiré socavando las turbias reminiscencias de
otras penetraciones, de lamidos muertos y bocas resecas que no tocaron tus
emblemas ni abarcaron tus rugidos de esfinge en los vientos de los desiertos
sumarios. Finalmente, habrá un otoño deshojado en que mi saliva escribirá en tu
vientre los lúbricos salmos que preceden la cópula, y me hundiré en tu cuerpo imposible
a morir de goces sarracenos mientras derramo mi denso semen consagrado en las herejes
honduras de tu vientre.
sábado, 22 de noviembre de 2014
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