miércoles, 12 de noviembre de 2014

PERMANENCIA


Para Casandra

Subsiste el recuerdo de tu voz y tus quejidos entre los verdeantes follajes de un bosque que te nombra en los sitios umbríos donde no llegan sino los ojos de los escarabajos y los pétalos. Queda el eco de tu silencio, el remanente de tu ausencia como huellas en las arenas del insomnio, el fuego que te consume y las brasas que me queman. Persisten los sabores de tu celo, tu saliva y tu sudor, los jugos que viertes en tus íntimas excitaciones. Permanece la silueta de tu cuerpo dibujada en las sabanas del deseo, tus verticales masturbaciones explicitas, mis onanismos implícitos en las palabra y los verbos. Se mantiene intocada la vigencia del perfume de tu pelo, de tus axilas, de tus ingles, el aroma que atrapa mi nariz cuando surco besando tu espalda. Reverbera en las manos la caricia impúdica sobre tus mórbidos senos, su peso edípico, su consistencia maternal, el tacto inolvidable de tus pezones, la sensación de poseerlos en mis labios de niño macho. Se sostiene en la memoria de la lujuria el sabor de tu vulva, el roce tenue de tus vellos púbicos, la penetración bestial en la cópula imposible, tu boca sorbiendo el miembro erguido. Fulgura sin tiempo el morbo de la caricia en tus glúteos, su suavidad inquietante, su incitación prohibida a la lenta sodomía. Continua en mis labios el relente de tus besos, su codicia y su ternura, también la visión última de tu desnudez sobre el lecho, tus espasmos de placer, tus estremecimientos orgásmicos, tus retorcimientos y desesperaciones mientras mi mano consuma.


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