Para la Beth de un pasado perfecto.
Como un fulgor de fugaz tibieza
tus dedos alegres abrieron el telón y entre el blanco abierto de tu blusa vi tu
piel soñada y turgente, vi el valle suave y perfumado que separa tus pechos
plenos y reviví los deseos ardientes de tantos sueños e insomnios desde aquel
atardecer nuestro, reviví mis manos allí acariciando, mi boca besándolos
suavemente, mi lengua lamiendo sus puntitas, y hundí mi nariz entre ellos y los
apreté con mis labios y los tome con mis manos y acerqué sus pezones para
saciarme en ellos. Eso y más viví y reviví durante la instantánea visión de tus
senos soñados. Y sentí sed de ti, de la saliva de tus besos y del néctar de tu
vulva, y supe que mi sed te hacía también sedienta porque mis estremecimientos
te alcanzarán estés donde estés en tiempo y distancia. Disfruta la sed tanto
como saciarla, siente tus pechos latiendo en secreto, tus pezones punzando
sensibles y erectos, tu sexo húmedo abriéndose como un capullo, tu clítoris
surgiendo entre sus pétalos, tu boca entreabierta, sedienta y voraz, tu lengua
asomando, carnal y obscena, tu mano buscando entre tus vellos púbicos, hurgando
con la desesperación de la sed, esa sed que declaran tus mejillas sonrosadas,
esa sed que rompe la juntura de tus muslos, esa sed que urge un falo
penetrando, esa sed que mueve tus caderas, esa sed que te hace lamer tus dedos
y llevarlos hacia tu botón oculto y juegan con el desafiando los deseos hasta
que el orgasmo esperado llegue y sacie esa sed de goce total, esa, nuestra sed.
2004
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