Es la excitación física casi
instantánea, por el roce, la vista del cuerpo desnudo, los besos, las caricias
intimas, para paladear cada instante con sensual fruición; besos largos con las
lenguas recorriendo labios y jugando entre ellas, caricias largas y pausadas en
todo, repito, todo el cuerpo, con las manos abiertas y con suavidad,
acercándose tímidamente a los lugares más escondidos y erógenos, pezones,
tetillas, cuellos, orejas, ombligos, manos, dedos, entrepiernas, ingles, nalgas,
vulva, pene, como jugando a que llegan pero se van, generando un ansiedad por seguir
sintiendo ese tacto obsceno, después permaneciendo en algún lugar en especial
por un largo rato, agotando la capacidad de sentir en ese punto, e iniciando el
mismo juego en otro más inesperado, o las yemas de los dedos van y vienen como
buscando lugares distintos, a todo esto los labios y la lengua están jugando a
lo mismo pero en otros puntos erógenos, abusando de la sensación de humedad y
calor, de la succión y del lamido, por ahí ya se llega a la masturbación mutua
o a la dedicada a cada uno individualmente, primero con la mano y los dedos,
después la boca y la lengua, primero en el pene o la vulva, después un corto y
húmedo recorrido hacia un tímido sexo anal, allí la lengua humedece y prepara
la presencia de un dedo curioso y suave, para ir viendo la reacción y quedarse
hasta ahí o seguir, de por medio hay un masaje en toda la piel, o de piel con
piel, o ella lo monta a él por atrás refregando su Monte de Venus y su vulva
mojada en su coxis, y los senos con sus pezones erectos rozando eróticamente la
espalda, en estos momentos ambos ya deberían estar cercanos al clímax, si es
que ella no logró aún un orgasmo anticipado, y si hay tiempo, se inicia el
juego de pasar el falo por entre los labios de la vulva sin penetrar solo
escurriéndose, surcando, jugando a que entra y no entra, y un frotamiento del
pene endurecido apretado contra el Monte de Venus, y entonces, en un movimiento
súbito el miembro resbala hacia abajo y viene la penetración, lenta e intensa,
con movimientos de las pelvis que van en un in crecendo más y más violento
hasta coincidir en los destellos sublimes de la eyaculación y el orgasmo.
Circa 2004.
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