(ARDiente NAútica inSACiada)
Te sigo buscando por las mañanas
de mis deseos y de los besos del Amar, te acecho con la erecta voracidad de
potro ansioso de verterse en tu sexo con mi lengua sedienta de lamer tu cuerpo
de boca a pies, de pezón a pezón, por tu canalillo, tu ombligo, tu clítoris,
enredarme en la breve selva de tus vellos púbicos y bifurcarme en cada uno de
tus muslos besando lamiendo ensalivando como un caracol en celo, navegarte
viento en popa hasta los confines de tu lujuria, desbordarme en tus orillas
como un denso río caliente e inundarte de saliva y de mi leche hasta ahogarte
en las honduras de mi pasión impaciente, recorrer con mi verga las profundas
geografías de tu boca succionante, de tu sexo jugoso, de tu ceñida flor del sur
en sus delirios más impuros. Ardo en la hoguera de tu humeante leña verde
incinerándome en tus grandes pechos ampulosos, tus pezones erguidos, tu vientre
incandescente, tu vulva habitada por tu mano masturbante, tus glúteos de
potranca salvaje, tu surco sureño y su oculta floración palpitante, tus
mórbidos muslos pálidos, tus piernas suaves en su lisura excitante, y tus pies
de idolatrías fetichistas. Trajino por tus recovecos de hembra esquiva, por los
sitios donde sueles abrirte florecida, por tus rumbos incomprensibles y
caóticos inmerso en tus lúbricas turbulencias, en los palomares de tus caricias
y tus ternuras, sumergido en tus veleidades y mis urgencias, en el nosotros sin
olvidos que sobrevive ante el tiempo, sus contratiempos y destiempos, ese
nosotros eterno que permanecerá convergiéndonos aun más allá de nosotros
mismos.
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