Me voy alejando de tu piel soñándome
dueño y señor de esos suaves y mullidos dominios carnales estarcidos por los
años sucedidos en una intensa cercanía que más de una vez rozó imaginadas
infidelidades imposibles. Me llevo los artilugios y los malabarismos de la
seducción derrotada por tus pudores, miedos o sublime integridad de dama
contenida, de lejana esfinge o transparente espejismo. He vivido peregrinando sigiloso
y atento por la espesura del tiempo siguiendo tus últimas huellas, tu perfume
atrapado en la vegetación exuberante de mi memoria, intuyendo tu piel que
reverbera bajo el tibio sol de este lado de la realidad. He entrado en mi
laberinto de deseos y sueños, de fantasías y ansias desatadas y ahí te he perseguido
en una cacería que ya sé inútil, pero la bestia en celo que me habita no lo sabía
y rastreó ensimismado tus palabras como si la primavera tuviera el poder de
devolverte a esa cercanía secreta donde ambos nos soñamos como si no supiéramos
de este destino inevitable de nunca poseernos. Me
pregunto si acaso hay pecado de infidelidad en los juegos de dos amantes que
solo se tocan, se miran, sin consumar sus deseos hasta el fin, sin desatar las
ansias, sin romper nunca el cristal de la torpe realidad, si acaso hay pecado
en unas manos que hurgan con delicada suavidad en la penumbra, donde los
rostros se confunden, perdiéndose en una dimensión deliberada donde las voces
viven la ilusión de un día distinto. Me voy alejando de tu piel ebrio de derrotas
e infructuosos asedios de falsas ilusiones, pero sabes que volveré, como
siempre, a la misma esquina de los versos compartidos a esperarte oculto en las
sombras de una amistad socavada por los deseos impuros de besarte una tarde en
un parque y recitar en susurros los otros versos aun no escritos.
2005-2014
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