Ese leve estremecimiento de tu
cuerpo que te viene cuando suspiras en tu lecho al entrar en el sueño, es el
oleaje de mi último beso nocturno que abarca tu boca entera, que se derrama en
salivas y labios mordidos, que viaja hacia ti buscando la soñada tibieza de tus
pechos, porque siempre estoy cerca de ti, tan cerca que siento, sin tocarte, la
tibia reverberación de tu cuerpo, y escucho la música atávica de los latidos de
tu corazón enclaustrado y el leve susurro de tus pestañas cuando entrecierras
los ojos al pensarme. No olvides que siempre te miro, escondido, refrenando el
deseo que me consume, yo ahí donde estés mirándote, oculto a todos,
clandestino, sigiloso, y es que tú me llamas a tu cercanía cada vez que me
piensas con la suficiente intensidad, y desde mi guarida mis ojos te recorren
entera, complaciendo el sueño de mis manos, de mis labios, de mi piel, brasa en
tu terciopelo. Y sigo rememorando tu voz en aquel café de aquella tarde, tus
ojos ansiosos censurados en sus deseos por los pudores que te enjaulan, tus
manos pálidas jugando con la cercanía del crepúsculo donde reinas sobre mis
pasiones ocultas. El fuego con el que te escribo es el que tu enciendes en mi
ardiente imaginación, pues solo ahí te poseo y te acaricio, ahí eres mía y yo
tu dueño, ahí puedo dejar salir esta lava encendida que borbotea en mis
instintos como un volcán que pulsa por romper su corteza tutelar y estallar en
llamas invocantes y ardientes cenizas. Vivo en paciencia, obsesión y pasión,
todo por romper tus puertas y entrar en tus visiones y fantasías, abrirlas de
golpe, derrumbarlas para que surjas como una voluptuosa mariposa del capullo
que la atrapa. Maravilloso seria saber al desarmarse la noche que estoy
logrando inquietarte y que la roja flor de hoy aferrada a la suavidad de tu
pelo es la bandera que me avisa tu retorno.
2006-2014
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