Te busco y rebusco en las noches,
en los vericuetos de los sueños, en los rincones del deseo, en las imágenes que
me vienen una y otra vez como un oleaje de aguas tibias donde se sumerge mi
cuerpo estremecido, donde se hunden mis anhelos en busca de los sabores y
sudores de tu piel, del perfume de tus ansias, de las ardientes arenas de las
suaves dunas donde va a elevarse mi sexo desesperado. Penetramos en las
oscuridades del otro, sentimos el calor de los insomnios, la excitación de la
piel que busca otra piel, la sensibilidad de los cuerpos que se revuelven en el
lecho imaginando, soñando, sintiendo sin sentir, acariciando sin tocar,
devorados por las pasiones más intensas pero también las más escondidas, y mis
manos al fin te tocan, y mis labios te besan, mi cuerpo se entrega a la
cercanía del tuyo y puedo sentir tu íntima humedad y tú mi erecta pasión, solo
ahí, cada noche, en el borde mismo del sueño, en ese lugar de delirio secreto donde
somos y vivimos lo que deseamos. Acaricio tu pelo, tu rostro encendido, recorro
el borde de tus labios entreabiertos dibujándolos para siempre en mi memoria,
toco con pudoroso temor tus pechos, deslizo con suavidad mi mano por tu vientre
y tu pubis en una lenta e intensa ceremonia, baja ardiente e impúdica por tus
muslos y retorna explorando, buscando, asediando, cumpliendo el sueño de
numerosos insomnios, tu respiración delata tu ansiedad, tu pasión contenida, tu
cercana rendición, a lo lejos, entre el entramado del bosque vemos anhelantes el
primer resplandor de la luna mientras continúo haciendo que tu mente salga a
vagar aun asustada por los instintos, que sientas como arden tus sabanas cuando
piensas en estas palabras que te queman. Acecho tus sueños como un cazador en
las sombras, a la espera de que caigas rendida, entregada, como dormida en mis
brazos. Día vendrá en que el fuego de mis sueños te alcance.
Enero, 2006.
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