viernes, 14 de noviembre de 2014

NORAZULES (Écfrasis respetuoso)


“Hay aún muchos días por amanecer”. Walden, or Life in the Woods, H.D.Thoreau.

Azules excitantes, de sureños lagos inaccesibles o fragmentos de cielos vedados en los bosques de araucarias o canelos, ella, sola e imponente en medio de fríos blancos cocineros, dibujada en sensual silueta en un escorzo desafiante. Sonriente de labios rojos, cerezas jugosas que no alcanzo al beso ni en sueños y rosadas perlescentes las uñas bien pintadas que nunca herirán mi espalda, y esos ojos pispiretos de abrumadora e inquietante malicia tentadora. Uno es el azul azur en un tinte oscurecido mullido y edípico de la polera con pabilos finitos que deja ver los blancos breteles del sostén que sostiene sus pechos grandes y majestuosos, el otro es el azul zafiro en un tinte apagado de las calzas apegadas a las voluptuosas caderas los torneados muslos las firmes pantorrillas, para rematar en las negras y anchas correas de cuero que cubren sus pies. Una fina cadenita de oro con un colgante se inserta entre sus pechos ampulosos como si fueran mis ojos, o mejor aun, mis labios cayendo por el tibio abismo de su escote. Su cabello liso y salvaje, sus cejas perfectas, el maquillaje gris azul tenue en sus parpados declarando sin aspavientos su instauración de hembra vigente y deseada, la risa amplia, los dientes albas perlas de femeninos marfiles, la piel morena de princesa exuberante como tostada por tibios soles ancestrales. Inexpugnable, la acechan mis deseos de tocarla, de oler su piel incandescente, de saborear su sudor vegetal y su saliva con toques de uvas y tabaco, de besar su cerviz su coxix cada uno de sus oscuros pezones y la olorosa mata de sus vellos púbicos. Nada más, porque es un sueño imposible. Lo demás son los blancos congelados, la puerta y su pomo metálico, la ventanita que da a un patio quizás con macetas de geranios colorados o una hiedra de frescores verdes e intensos, el blanco de los muros, el blanco invierno del piso y el suave te con leche de los grandes azulejos del muro del fondo, el café oscuro de un extraño mueble irreconocible y el estante donde allá arriba duerme el microondas como un oculto espejo voyerista.

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