Sé que haces como si no existieran
las luces de los barcos imaginarios en tu ventana que da al mar nocturno, que
me niegas, me difuminas y me ausentas, como que no has sentido mis manos dedos
labios lengua y más, en la convergencia sexual de tus piernas, como que eso de
los felinos fue algo soñado en los ardores repetitivos de tus insomnios, que solo
imaginaste mi cuerpo tendido desnudo acosado por tus manos incesantes sobre las
pieles fragmentadas sobando manipulando apretando masturbando mi miembro
rendido a tus magias manuales, que nunca estuviste florecida entre quejidos y
estremecimientos orgásmicos mientras mí yo jardinero desataba las larvas de tus
lujurias y las convertía en salvajes mariposas que echaba a volar en medio de
la algarabía silenciosa de tu orgasmo y te mordías los labios para no decir lo
que sentías en tu sexo enjugado en mi boca voraz. Sé que vives con las manos
congeladas para evitar tocarte por los paisajes en que fui explorador vicioso,
que empañas el espejo para no ver tus manchitas desperdigadas por tus muslos y
volver a sentir mis dedos en sus recuentos rituales. Sé que huyes por la
ausencia, los brevísimos mensajes, el juego del aquí no allá y viceversa, que
miras mis palabras evitando su sentido, que las declaras indescifrables o
prohibidas, que haces cosas para que yo no exista en ti como un intenso fuego
quieto y punzante, sabiendo que sí permanezco enquistado en las vigencias de tus
más oscuras sensaciones como el pervertido demonio que tú dejaste por voluntad,
curiosidad o deseos penetrar en las alturas inexpugnables de tu castillo.
domingo, 23 de noviembre de 2014
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