lunes, 16 de junio de 2014

VULNERABLE (Irrespetos)


Epígrafe no publicable.

Duermes sin acosos en tu lecho matriarcal, sueñas, me introduzco furtivo en tu sueño para ir a acurrucarme en ti calladito, silencioso, tierno como un bebé, tuyo hasta la madrugada. Y nos quedamos así, suspendidos en el tiempo como pompas de jabón o leves vilanos mecidos por la cálida brisa del estío. En el dulce insomnio de tu cercanía me acosan las delicadas lujurias de mis deseos e irrumpo en tu sueño de magnolias y mariposas, como un halo denso, viscoso y caliente que al tocar tu desnudez irreverente se vierte en ti como un brebaje de erectas consistencias seminales. Primero te masajeo suave y lento para remover tu cansancio como un agua tibia que te inunda con sensual levedad, siento por tu calmada respiración que te vas sumiendo en las profundidades de un sueño de parques lluviosos, de estatuas quietas en un atardecer de arreboles, de siluetas que caminan entre los charcos. Entonces comienzo a soñarte a mis anchas, desnuda, en pose inclinada sobre el agua lavando tu cabello, vulnerable, sometida a mis antojos que también están en ti latentes, imaginados y fantaseados, tal como está escrito en los previos pergaminos. Mis manos ávidas te acarician haciendo sentir a tu piel ese fuego de hoguera encendido, reviviendo en tu mente los nítidos recuerdos de íntimos manoseos y eróticas hurgaciones que tu cuerpo ya posee. Te tomo de las anchas caderas y te atraigo hacía mí hasta rozar y comprimir mi falo endurecido contra tus glúteos, hasta surcar con mi erguida virilidad la apretada y tibia cisura que separa tus nalgas en dos convexidades tersas y pomposas, te estremecen placenteras sensaciones socavando tu voluntad y te mueves rítmicamente hacía atrás, consintiendo lo que venga. Sientes la inquietante punzadura de una tiesa tumescencia pero no volteas tu rostro, rendida a mis escabrosos designios. Hundo mis dedos en tus mullidas carnes ansiosas, me aprieto contra ti, beso, lamo tu espalda aun curvada sobre el agua en que lavas, en mi sueño, tus cabellos, restriego en vertical sube y baja mi verga inserta en tu estrecha hendidura interglútea. Permaneces quieta, en tu sueño, oliendo las flores y escuchando los gorjeos de las aves por aquel parque encantado. Me muevo más y más rápido, más urgente, frotando mi príapo en tu sumiso, blando y libidinoso trasero, lo fricciono, lo rozo, lo presiono, lo someto a fálicas frotaciones sin penetraciones pecaminosas, solo para sentir la mórbida voluptuosidad de tus ancas en la sensible erección de mi pene. Henchido de líquidos ardores eyaculo sobre tu cuenco sacro, derramado, untando mi semen como un ebrio y hereje sacerdote ungiendo tu arqueada desnudez con sus perturbadores óleos sacramentales. Caminas por la playa relajada y feliz, en tu sueño, sintiendo una humedad caliente que escurre por tus muslos como un agua densa y lechosa.


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