Yo te voy encariñando suavemente deslizando
mis ternuras por tu cuerpo vestido, con debido respeto, mientras tú me
encierras en los celos por los hombres que te miran, desde por arriba en tu
escote y desde abajo de tu falda, irreverentes y erectos, desafiantes y a la
vez borregos ante tu altivez de señora, me incitas al flagelo de pensarte
deseada en todas partes, en la tierra como el cielo, en lo virtual como en lo
real, tal cual, me atenazas con la envidia de estar cerca tuyo como esos otros
que pueden rozar tus manos, oler tu perfume, ver el leve subir y bajar de tu
blusa bajo el lento oleaje de tu respiración. Será hasta que mis cariños se
vuelvan irrespetuosos y te traspasen la piel con insensatas irreverencias y
voluptuosos desacatos, entonces volveré a poseerte en alma, mente, imaginación
y fantasía, y sentirás mi acecho otra vez con perversa contumacia, mis ansiosas
obstinaciones en verte semidesnuda entre ese añorado amarillo. Y tú sabrás que
ya eres mía porque a la noche mis manos suaves relajaran tu cuerpo y desataran
los nudos de tu cansancio, se deslizarán las yemas de mis dedos todos por las
curvaturas de tu espalda, ascenderán subirán con lentísimo deleite las combas
de tus nalgas, mis manos bajarán abarcando las túrgidas y tibias paralelas
convexidades de tus muslos, surcarán la tersa hendidura interior que los
separa, seguirán por tus piernas hacia tus pies para ir a enviciarse en tus
deditos como en un juego de niños.
domingo, 15 de junio de 2014
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