Sic semper tyrannis
Mientras conversamos observo tu rostro de tez
morena, cara redonda, frente estrecha, pómulos bien pronunciados, tus ojos
pequeños castaño oscuros, tu nariz algo achatada y recta, tu boca grande de los
labios gruesos abultados, el pelo grueso, liso y muy negro, la piel suave y
tersa de princesa de Todas las Tierras. Voy imaginando tus pechos amplios de
morenos y grandes pezones para mi boca siempre sedienta de ti bajo la suave camiseta
del pijama. Voy intuyendo el color moreno de tu vientre rebelde, tus caderas anchas
y macizas, tu pubis con su maraña de vellos muy oscuros y tiesos como tu pelo
lacio de pura estirpe indígena bajo el suave pantalón del pijama. Sonríes
adivinando como una machi los deseos respetuosos que me devoran con tu cercanía
animal y coqueta, juegas con mis instintos arrastrada dulcemente por las
orgullosas soberbias de tus indomables matriarcas ancestrales. Y me dejo
extasiar por tu roja risa de copihue, tu altivez de alta araucaria, tu misterio
solemne de hirsutos bosques sureños, por tu perfume a harina de piñones, por la
sensación de mis manos recorriendo los territorios inexplorados de tu piel
oscura ahumada por la leñas de tu sur profundo. Voy recordando tus nalgas
ampulosas, tus muslos anchos, tu tetamenta babilónica que suelo gozar en los
desparpajos de tus escotes veraniegos. Voy presumiendo tu vulva anchurosa, de
un matiz oscuro del rojizo violáceo, mojada, también de labios gruesos y
abultados, sexo generoso de hembra dura y fuerte, de insaciable y fértil
sexualidad. Pero todo esto tú no lo sabes aunque sé que lo presientes, y nos
despedimos con un beso en la mejilla hasta que en la próxima luna volvamos
revivir el ceremonial secreto del huinca que te desea.
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