“Que te sueño sin
saber de tu amor, que respiro sin conocer tu olor…”. Solo. Anónimo mexicano.
Era una mujer desconocida o irreconocible,
extrañamente estábamos recostados, aprisionados y apretados en medio de un
tumulto, de frente, casi tocándonos la nariz, yo encima de ella, aunque no
recargándola completamente con mi cuerpo, o quizá ambos estábamos de lado, el
recuerdo me es confuso, solo sé que estábamos muy juntos, apegados íntimamente el
uno al otro, ambos vestidos. Nunca vi su rostro ni dijo palabra alguna, lo
señalado era que tenía su mano en mi verga y me masturbaba con lenta y apretada
intensidad, yo sentía el placer de su ceñido masajeo fálico, el goce al borde
del abismo de la eyaculación que yo contenía intentando alargar el máximo esa
entrañable y deliciosa sensación. A veces le hablaba al oído en un susurro para
calmar su pudor o vergüenza ante la presencia de las otras personas o para
incentivarla a que siguiera pajeándome. Lo hacia como compungida, asustada de
si misma, lo que le daba a la situación un toque de voluptuosa perversidad. Sé
que no alcancé a eyacular en el sueño porque me desperté muy erecto y como sin
saber bien que había sucedido. De ella apenas recuerdo que era madura, delgada,
de rasgos finos y piel pálida, no hubo en el sueño un perfume o un olor, ni
tactos de mis manos en su cuerpo, quizá el pelo era claro, corto y algo ensortijado,
lo demás son inolvidables sensaciones, porque aun siento su mano tibia asiendo
mi miembro sensible y endurecido por su manoseo minucioso y furtivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario