Veo el breve icono verde y comienzo a soñarte
entre mis brazos, y te beso con ternura para raptarte del día, desato las
memorias que me fueron invadidas por tus voces y tus arrullos, me convierto en
el niño macho potro que se prende en la inquietante e íntima escabrosidad de
tus pezones. Para no dejar que me olvides que te amo en los silencios y te
deseo en los espejos. Comparto en ti el eco de tu música que me llega desde la
hondura sagrada del Amar y se me va convirtiendo en tu voz que me socava con su
aliento allá en las antiguas primaveras de un bosque que ahora inverna en tu
silencio. Te veo desde tus espejos toda mía desnuda solo para mis ojos en la
intimidad de tu deseo. Devoro tu reflejo cuando te acaricia la toalla y va
siendo mis manos sobre tu ostentosa tetamenta, en tus corvas y tus ancas, en tu
pubis triangulado por esos vellos olorosos, en la excitante concavidad de tus
caderas, y en la suavidad mullida de tus muslos. Desde este lejos someto tu
vulva a mis lujuriosas perversiones refractada en las magias replicantes del vidrio
atrapado en las molduras. Tras el liso cristal te espío cuando encorvada secas
tus rodillas o altiva rasuras tus axilas, te observo extasiado cuando con
solitario pudor orinas vertiendo tus aguas cristalinas en sus leves amarillos, o
te masturbas enmudecida con los ojos semicerrados recordando antiguas
copulaciones. Sé que sabes que yo estoy siempre mirando saboreando gozando tu
cuerpo desnudo que se repite incesante para mí en los espejos. Empotrado en el
azogue te voy acechando en la luna quieta del cuarto de baño oculto en el vapor
que surge de tu cuerpo cuando te duchas en las mañanas, y ahí, humedecido de
ti, te poseo hembra hasta que nuestros quejidos despierten la mañana.
miércoles, 11 de junio de 2014
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