jueves, 12 de junio de 2014

EL VISITANTE


Anoche te esperé en el sueño, recorrí de esquina a esquina el parque de siempre, te busqué detrás de las estatuas, en los escaños anochecidos, en el reflejo lunar del estanque de los peces silenciosos, en el zureo nocturno de las palomas, te busqué en los jardines de rosales y de magnolias, en la frescura del pasto dormido, en los lugares donde nunca nos besamos y en los sitios donde nuestras huellas contrapuestas nos delatan al amanecer, en fin, te busqué hasta la orilla del sueño y no, no apareciste. Entonces te miré dormir toda la noche, sin tocarte, solo con mi ojos acariciando cada fragmento de tu cuerpo que quedaba desnudo fuera de las sábanas, tus brazos impúdicos, el escote acosado por tu respiración en sueño, en algún momento el destello de un suave muslo buscando frescura, tu rostro dormido atravesando un sueño donde yo no estaba pues te miraba dormir extasiado en tu quietud de esfinge o de gárgola. Pero sé que existe otro alguien que ya habita instalado en tus sueños y te genera entrabadas sensaciones y te posee en lujuriosas rutinas, y que te hace rendirte a sus caricias repetidas como en un rito cotidiano, que sabe por innumerables ensayos y errores llevarte al éxtasis que humedece tu cuerpo hasta saciarte. Tonto de mí, que creí que solo era yo, crédulo mendigo, que podía penetrar tus sueños. Pero también sé que yo soy el dueño de tu rosa embebida, de sus latidos y de la dulce densidad de sus brebajes, de sus ardores escondidos en los medanos de tus insomnios y de cada sensación que la estremece, y tú lo sabes, lo has sentido, lo has vivido más de una noche mientras te rompo la boca a besos porque yo soy el sátiro que traspasa y penetra tus remilgos de gata infiel mientras alguien duerme a tu lado sin soñarte. 

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