domingo, 1 de junio de 2014

EL PARASITO MIRON


Pour madame, vous savez

Vivo en tus espejos y en los reflejos de metales y cristales, agazapado y quieto, invisible a tus escrutinios caseros enviciado en tu exhibicionismo inocente acechando los momentos instantáneos de tu cuerpo desnudo expuesto en las brevedades cotidianas. Me escondo tras el vaho de la luna de azogue cuando el vapor del agua que resbala por tus pechos, tu vientre y tu pubis, por tus muslos y tus piernas, por las sinuosas dunas de tu espalda y por tus nalgas, se despliega como una húmeda bruma cómplice. Después me vuelvo a reflejar en cada gotita que se queda titilando atrapada en el delicado páramo de la urdimbre genital de tus vellos púbicos, y en este otro reflejo me disgrego en infinitos ojos cautivos por el vértigo perfumado de tu vúlvica corola. Sobrevivo apegado a los rincones de tu baño para observar arrobado envidiando la esponjosa toalla que te seca y abraza y acaricia con su mullida textura como el cuerpo excitado de un amante que te abarca en el deseo. También me oculto en los guardapolvos de tu dormitorio mañana y noche para disfrutar goloso, excitado y extasiado de tu rito incesante de vestirte y desvestirte. Persigo tus rutinas como un pequeño insecto rastrero en el piso esperando con la vista fija hacia arriba que cruces en falda sin pisarme por el cielo abierto hasta tus bragas, o como una mosca macho en el cielo raso de los cuartos por donde deambulas semidesnuda a la caza visual de tu escote. A veces te espío en íntimas y pudorosas instancias, pero no cierro los ojos, y me quedo extasiado revoloteando como un moscardón transparente y silencioso atrapado en tu sagrada persistencia.

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