Te enciegas al deseo que te triza las carne
vivas de tu cuerpo, que estremece tus instintos de hembra imperturbable y que
socava tu voluntad prisionera de ti misma. Olvidas mi boca en tu boca
abarcándola en su trafago de besos ensalivados, de labios mordidos y lenguas enjugadas.
Te anulas ante los latidos de la lujuria que arde en tus entrañas y enciende el
hambre desaforada de la cópula que justifica vanos insomnios y solitarios
atardeceres. Olvidas mis húmedos susurros extraviados en tu cuello o en el
lóbulo de tu oreja sensible a los asedios de mis dientes, mis caricias en tus
nalgas y tu mano en mi falo. Te escondes en la oquedad del silencio temerosa de
enviciarte sin saciarte en las palabras, las voces, los intentos y el acecho. Olvidas
mi mano entre tus muslos surcando tus contenidas calenturas para ir a surcar tu
sexo desatando tus lúbricos arrebatos masturbatorios. Te encierras en la grieta de la ausencia
voluntaria negando impúdicas y necesarias floraciones sexuales. Olvidas mi
lengua en tu vulva haciendo alzar incesantes vuelos a tus quejidos y bebiendo
en ella sus rocíos. Asumes infiernos, pecados y castigos negando los paraísos del
orgasmo y las ardientes eyaculaciones derramadas en tu piel aun vigente. Olvidas
mi miembro introducido contraviniendo tratos y temores infundados en la abierta
flor de tu pubis. Te encarcelas en los vetustos marfiles de tu torre perturbada,
atrapada en pudores y recatos, ansiosa y reprimida. Olvidas que el tiempo sigue
sucediendo y el que dejamos verter sin beberlo cristalizará enterrado en las
arenas del arrepentimiento.
martes, 24 de junio de 2014
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