“Como sueño era
curioso porque estaba lleno de olores y él nunca soñaba olores.” La noche boca
arriba. Julio Cortázar.
Debió ser en la fase del Movimiento del Ojo
Rápido, cuando el ritmo del corazón y la respiración se aceleran, la presión
arterial aumenta y aumenta la actividad cerebral, incluso más que cuando
estamos despiertos. Sucedía en un casa llena de gente, había una fiesta o algo
así, hablaban muchas personas a la vez, aunque en voz baja, sin mucho barullo.
Estábamos como recostados, aprisionados y apretados por el tumulto, como en un
metro a la hora punta, cara a cara, yo encima de ella, aunque no recargándola
completamente con mi cuerpo, o quizá ambos estábamos de lado, el recuerdo es
confuso, solo sé que estábamos muy juntos, apegados el uno al otro. Yo a veces
le hablaba de frente casi tocándonos la nariz, o al oído, en un susurro
inaudible para los otros, que por cierto no participaban del sueño y ni yo los
veía siquiera, solo eran sus presencias a través de las voces y la conciencia
clara de que estaban allí. Nunca vi su rostro, ni dijo palabra, solo sentía su
mano en mi verga masturbándome con lenta intensidad pero apretándola mucho,
sentía el placer del ceñido masajeo fálico, el goce al borde mismo de la
eyaculación que yo contenía para alargar al máximo la deliciosa sensación. Yo
algo le iba diciendo, no sé si para calmar su pudor o vergüenza ante la
presencia de los demás o para incentivarla a que siguiera pajeándome. La férrea
censura onírica de los seres reprimidos me impidió reconocerla, apenas alcanzo
a recordar que era más que madura, delgada, de rasgos finos y piel pálida, no
tengo memoria de un perfume o un olor, ni tactos de mis manos en ella, quizá el
pelo era claro, no muy largo y algo ensortijado, nada más. Quizá, pienso (sic),
fue una sublimación de un abrazo que di a una dama de protuberantes y notorios pezones bajo la blusa, sin soutien,
aunque es mas bien gordita, o era una antigua amiga madura y muy dama de los
gratos tiempos gabianos de la que recibí una esquela hace poco, o incluso la
rancherita, con la que estuve conversando trivialidades el día anterior. O por
último, no supe quien era porque necesitaba bloquear la verdadera pareja que
deseo y la sustituí por alguien aun más imposible. Seguro fue como dicen los
que saben de estas vainas freudianas, aquello que se echa de menos en la vida
real se manifiesta en los sueños, porque nuestro cerebro nos compensa de esa
manera la carencia. Un detalle final y no menos importante, no alcancé, en el
sueño, a eyacular, solo me desperté muy erecto y como sin saber bien que había
sucedido.
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