Una fantasía onanista.
Maldita gata promiscua, no tienes
que decírmelo, sé que gozas noche a noche en tu celda pecadora de ese musculoso
postre nocturno y ya vi que ya elegiste un predilecto, un semental favorito
como las antiguas reinas viciosas, asumo que lo elegiste después de varias
noche de pervertidas lujurias en las manos grasosas y los cuerpos sudados de
todos los guardias del piso. No me importa, has de saber que anoche, previa
coima a los guardias, estuve ahí mirando la muy caliente escena por la mirilla
de la puerta de tu celda, y vi como el gañan ese te montaba con insensible brutalidad
sobre la colchoneta sucia y empiojada, y vi que tú cerrabas los ojitos
seguramente para imaginarme a mí, y vi que entreabrías tu boquita y decías algo
muy calladita de seguro murmurando mi nombre, y vi como tus manos arañaban esa
espalda ancha y musculosa del burdo hombrón y asumí que tú soñabas que era mi
espalda la que rasguñabas con pasión de gata en celo, y vi como el macho bruto
que jineteaba como a una perra callejera asesando como un búfalo desesperado
mientras tú te mordías los labios seguramente para no gritar mi nombre en medio
de la penumbra calurosa invadida de olor a sudor, a sexo y a densos fluidos, y
vi por el desenfrenado movimiento de sus nalgas peludas como el maldito garañón
eyaculaba en tu flor de rosados pétalos y tú te retorcías exasperada gritando
incoherencias soeces seguro para trata de escapar de ese violento coito forzado
y le gritabas que te soltara, que yo era tu único hombre macho amante y tú solo
eras mía, pero el tosco palurdo no te soltó hasta que sació su dura y grande
virilidad en tu virginal magnolia, y vi como extraía su miembro aun goteando
sobre el mármol puro de tu vientre, y vi como tú te quedaste tirada en el
mugriento colchón húmedo de sudores genitales, laxa, desmadejada, con tu
cuerpecito violentado aun humeando el inmundo y humillante vaho del estupro
recién consumado, y vi que te quedaste en silencio seguramente pensando en tu
tierno amorcito y sufriendo la deshonra, indignidad, ofensa, vergüenza,
afrenta, degradación, mortificación, vejación, e ignominia a la que te había
sometido a la fuerza esa abusadora bestia lasciva y depravada. Sí, yo estaba
ahí y sufrí la impotencia de no poder auxiliarte, aunque reconozco que gocé hasta
la eyaculación la siniestra perversidad del estupro ardiendo en la misma hoguera
donde tú te quemabas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario