viernes, 20 de junio de 2014

VISIONES DE LA ROSA ENCARCELADA


Una fantasía onanista.

Maldita gata promiscua, no tienes que decírmelo, sé que gozas noche a noche en tu celda pecadora de ese musculoso postre nocturno y ya vi que ya elegiste un predilecto, un semental favorito como las antiguas reinas viciosas, asumo que lo elegiste después de varias noche de pervertidas lujurias en las manos grasosas y los cuerpos sudados de todos los guardias del piso. No me importa, has de saber que anoche, previa coima a los guardias, estuve ahí mirando la muy caliente escena por la mirilla de la puerta de tu celda, y vi como el gañan ese te montaba con insensible brutalidad sobre la colchoneta sucia y empiojada, y vi que tú cerrabas los ojitos seguramente para imaginarme a mí, y vi que entreabrías tu boquita y decías algo muy calladita de seguro murmurando mi nombre, y vi como tus manos arañaban esa espalda ancha y musculosa del burdo hombrón y asumí que tú soñabas que era mi espalda la que rasguñabas con pasión de gata en celo, y vi como el macho bruto que jineteaba como a una perra callejera asesando como un búfalo desesperado mientras tú te mordías los labios seguramente para no gritar mi nombre en medio de la penumbra calurosa invadida de olor a sudor, a sexo y a densos fluidos, y vi por el desenfrenado movimiento de sus nalgas peludas como el maldito garañón eyaculaba en tu flor de rosados pétalos y tú te retorcías exasperada gritando incoherencias soeces seguro para trata de escapar de ese violento coito forzado y le gritabas que te soltara, que yo era tu único hombre macho amante y tú solo eras mía, pero el tosco palurdo no te soltó hasta que sació su dura y grande virilidad en tu virginal magnolia, y vi como extraía su miembro aun goteando sobre el mármol puro de tu vientre, y vi como tú te quedaste tirada en el mugriento colchón húmedo de sudores genitales, laxa, desmadejada, con tu cuerpecito violentado aun humeando el inmundo y humillante vaho del estupro recién consumado, y vi que te quedaste en silencio seguramente pensando en tu tierno amorcito y sufriendo la deshonra, indignidad, ofensa, vergüenza, afrenta, degradación, mortificación, vejación, e ignominia a la que te había sometido a la fuerza esa abusadora bestia lasciva y depravada. Sí, yo estaba ahí y sufrí la impotencia de no poder auxiliarte, aunque reconozco que gocé hasta la eyaculación la siniestra perversidad del estupro ardiendo en la misma hoguera donde tú te quemabas.


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