martes, 24 de junio de 2014

DORMIDA


Cruzaré la línea del debido respeto para entrar en tu noche irrumpiendo con la malicia de un adolescente que descubre en su cuerpo las primeras llamas de la carne inundada en el deseo. Saciaré mi púber curiosidad recorriendo tu cuerpo dormido y desnudo con la sigilosa temeridad de la primera lujuria, deslizare las yemas de mis dedos por las tibias dunas de tus senos, tocaré con incestuosa delicadeza las breves protuberancias de tus pezones y el tierno círculo de sus aureolas, vagaré con mi mano por las sinuosidades de tu vientre, rozaré apenas tus vellos púbicos, surcaré sin abrir el rosado carnal de tu vulva. Confirmaré en mi pervertida imaginación las visiones que escondido te robé en los azogues, para que broten las semillas de las iniciales fantasías, las eróticas contumacias viriles, y los soterrados deseos que me estremecían cuando te deseaba en los espejos. Y permaneceré ahí avergonzado pero deliciosamente inquieto ante tu excitante vulnerabilidad, soportando la tentación de apretujar tus pechos como un macho en celo, o masajear tus muslos con el vertiginoso afán de abrirte a la cópula. Tu respiración pausada me hará retornar a antiguas y pervertidas fantasías donde intentaba escalar los muros de tu castillo para penetrar en ti mientras soñabas. Seguiré abusando de tu desnudez dormida para irme sumergiendo en desenfrenadas pasiones, sintiendo la erección punzante, casi dolorosa, incitándome a la masturbación, pero ya viene la madrugada y pronto despertarás, y yo desapareceré fugado en el canto de los gallos, sin ninguna esperanza de llegar un día a poseerte, salvo que tú te atrevas alguna vez a brindarme ese privilegio con un muy explicito guiño.

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