Cruzaré la línea del debido respeto para
entrar en tu noche irrumpiendo con la malicia de un adolescente que descubre en
su cuerpo las primeras llamas de la carne inundada en el deseo. Saciaré mi púber
curiosidad recorriendo tu cuerpo dormido y desnudo con la sigilosa temeridad de
la primera lujuria, deslizare las yemas de mis dedos por las tibias dunas de
tus senos, tocaré con incestuosa delicadeza las breves protuberancias de tus
pezones y el tierno círculo de sus aureolas, vagaré con mi mano por las
sinuosidades de tu vientre, rozaré apenas tus vellos púbicos, surcaré sin abrir
el rosado carnal de tu vulva. Confirmaré en mi pervertida imaginación las
visiones que escondido te robé en los azogues, para que broten las semillas de las
iniciales fantasías, las eróticas contumacias viriles, y los soterrados deseos
que me estremecían cuando te deseaba en los espejos. Y permaneceré ahí
avergonzado pero deliciosamente inquieto ante tu excitante vulnerabilidad,
soportando la tentación de apretujar tus pechos como un macho en celo, o
masajear tus muslos con el vertiginoso afán de abrirte a la cópula. Tu
respiración pausada me hará retornar a antiguas y pervertidas fantasías donde
intentaba escalar los muros de tu castillo para penetrar en ti mientras soñabas.
Seguiré abusando de tu desnudez dormida para irme sumergiendo en desenfrenadas
pasiones, sintiendo la erección punzante, casi dolorosa, incitándome a la
masturbación, pero ya viene la madrugada y pronto despertarás, y yo
desapareceré fugado en el canto de los gallos, sin ninguna esperanza de llegar
un día a poseerte, salvo que tú te atrevas alguna vez a brindarme ese privilegio
con un muy explicito guiño.
martes, 24 de junio de 2014
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