Llueve sobre los hinojos y los techos de las
curtiembres, también sobre últimas rosas del jardín, llueve en los reflejos de
los charcos con la cadencia de un otoño desgatado que se rinde a las ventoleras
del invierno bienvenido porque vendrás humedecida entre tus muslos marmolados a
recrear el tiempo de los húmedos caracoles. Yo dejé que tus ojos me abrumaran
de insistencias, dejé que tu boca me mordiera de silencios la brevedad de tu
paso incendiado, dejé que me disolvieras en el hastío feroz de otra piel que no
fue la tuya, pero ya verás como te vuelvo pensar hasta romperte otra vez con
mis ternuras en esa locura confusa que
florece entre la mustia realidad y las provocadoras fantasías. Y ahí estás para
siempre de perfil perfilada en el rosado nacarado de tus uñas mientras me
imagino reencarnado en el metal de esa cadenita y ese colgante que se entibian
felices en su escote mecido por tu tranquila y dulce respiración. Llueve con
misteriosa certidumbre, con tanta ternura y contenida pasión que percibo en mi
cuerpo aterido que el destino no podrá evitar ese soñado encuentro premeditado,
que ha de haber un parque y un café en algún sitio esperándonos para ir a
escribirnos una erótica leyenda en la piel y dejar las callecitas anegadas de
nosotros. Llueve mientras evadido vago por tus lujuriosas sinuosidades y en una
ensalivada guirnalda uno uno a uno tus pezones con mi sedienta boca ávida de ti
antes de ir a urgir de hambrientos lamidos el triangulo invertido de tu pubis. Y
todo sucede porque la lluvia va confundiendo y trastrocando lo soñado con lo
vivido para que evadamos a través de estas delicadas y deliciosas sensaciones
la burda y mísera cotidianidad del día. Llueve, entonces sé que no huirás de mí
ni yo tampoco dejaría que te me escaparas, porque jamás podrán extirparme de ti,
porque te habito como un libidinoso parásito aun más adentro de ti misma, allá
por las oscuras honduras donde nadie, nadie, ha llegado nunca, y sé que tú lo
sabes y lo sientes cada vez que tu cuerpo desnudo se repite para mí en los
espejos de la lluvia.
domingo, 8 de junio de 2014
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