Verde que te
quiero verde,
verde claro y blanca y desnuda, y tus pechos latiendo de deseos floreados en
amarillos y rojos, para que beba mi boca de tus pezones el sabor de tu piel
gitana y el dulce sudor perlado que tu fino cuerpo destila altivo en tus danzas
flamencas. La noche se puso íntima en
tu lecho dormido cuando mis manos atraparon tus caderas bailaoras y te ciñeron
entera a mi cuerpo de macho erecto donde dura carne erguida te esperaba para
penetrarte bailando andaluz y abierta tu vulva como una jugosa granada. Verde que te quiero verde, recostada
sobre las sábanas, para ir vagando ebrio por tus muslos besando, para ir lamiendo
tus piernas como un caracol en celo, lento y anegado tras el persistente
perfume de tu sexo, para morder cada uno de tus frágiles dedos de tus pies
salerosos. La noche se puso íntima
con tu pelo miel derramado sobre la almohada, con tu risa coqueta de mora
incitante que me va dejando sus brazos tibios para que me acurruque como un
niño en una niña dormida. Verde que te
quiero verde, como luz de luna en hierbabuena, y embeberme en tu aguas
hasta que tu orgasmo me derrame en caliente semen sobre tu vientre. La noche se puso íntima cuando mis
versos madrugadores te fueron desflorando con la suavidad de un cante que te
acariciaba impúdico mientras tú te dejabas seducir con los ojos cerrados y
entreabierta la boquita pintada. Verde
que te quiero verde, para madurarte al tacto de mi lengua, mis dedos y mi
miembro, y hacerte soñar despierta en un orgasmo culminado. La noche se puso íntima desde que
comenzamos besarnos.
Nota.- En cursivas, versos de “Romance
sonámbulo” de Federico García Lorca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario