viernes, 27 de junio de 2014

INSERCION MATURBATORIA


Tú de recostada de espaldas sobre el lecho, yo de costado a tu lado izquierdo mordisqueo el lóbulo de tu oreja, beso tu boca entreabierta, juego con tu lengua, bebo tu saliva. Estamos desnudos y en silencio. Sigiloso y tímido inserto mi mano siniestra entre tus muslos y la hundo en esa cálida, suave y mullida hendidura, con la palma hacía tu pierna derecha, la desplazo hasta sentir el inició de la rodilla con la lentitud del enviciado anegado en la mágica poción de su goce, vuelvo subiendo hacía tu entrepierna hasta sentir en la eminencia tenar externa de mi pulgar la cercanía inminente de tu vulva, su pocos vellos cercanos al periné y la intensa sensación su calor y su humedad. Mi mano diestra que ya ha aferrado mi verga como a un astil comienza un lento ceremonial masturbatorio desplazando en un sensible sube y baja el delicado prepucio. Ambas epicúreas sensaciones manuales, la tersa carnalidad del interior de tu muslo y la fálica dureza carnal del tronco de mi falo convergen en las oscuras profundidades de mi sistema límbico desatando densas oleadas de un placer sexual distinto, burbujeante, estremecedor, trasgresor y esencialmente condensado en un brebaje dulzón y saturante. Sigo ebrio de la tersura majestuosa e íntima de la piel de tu muslo, sigo masajeando, manoseando esa marmolidad cálida como en un rito ancestral que mis instintos han memorizado en su genética esencial desde las incesantes generaciones de machos excitados de mi estirpe. Mi mano me masturba con un deleite que bordea la eyaculación precoz, como un adolescente que satisface por primera vez el vicio prohibido en una solitaria tarde del estío. Voy sintiendo tus reacciones, tus susurros, tus quejidos, tus retorcimientos que intentan en vano hacer que mi mano en ti suba hasta la flor abierta de tu sexo y lo viole hasta el orgásmico destello onanista. En medio de la lúbrica confusión de sensaciones logro coordinar los movimientos de ambas manos, mientras la siniestra recorre tu muslo inserta entre tus piernas que la estrechan, la diestra masturba mi pene erecto al preciso ritmo que me llevará al máximo goce. El tiempo sucede con una lentitud espesa  y saturada. De pronto te estremeces y te retuerces temblando, tratando ahora ya desesperada de atrapar mi mano abriendo tus piernas y bajando tu cuerpo para llevar tu vulva hambrienta hacía ella, sueltas un gemido corto y ahogado, mi mano reacciona y acelera el frotamiento masturbante más y más hasta que me estremezco como alcanzado por un éxtasis instantáneo y eyaculo salvajemente en mi propia mano. El semen caliente escurre por mis dedos que se mantienen aferrados a mi miembro estrujándolo muy lentamente. Mi otra mano continúa acariciando, ahora con ternura de amante agradecido, el delicado interior de tu muslo. Suspiro profundamente y me quedo quieto a tu lado tratando de recuperar el ritmo normal de mi respiración. Aunque no veo tu rostro sé que sonríes victoriosa en la olorosa viscosidad de las penumbras.


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