martes, 15 de julio de 2014

BOCATTO DI CARDINALE


Si eres adicta a mí te puedo comer entonces, de a pedacitos, untada en salsa de tamarindo, en esa dulce acidez de color damasco rosado, y lamer bien cada fragmento antes de mascarlo, ciertos trocitos surcarlos con mi lengua, despacito para saborearlos bien, experimentar su blanda textura, el aroma de esas tajadas sabrosas, otros partirlos con la uña, humedecerlos con mi saliva y chupar sus juguitos, lamer las gotitas, mordisquear las puntitas, hundir la lengüita en esos pliegues de carne viva, encarnar el dedito en esa salsa calientita y chuparlo para embriagarse de sus sazones, golosear los pedacitos mas húmedos, punzarlos para sentir su mórbida blandura, morder esos pedazos más grandes, arrancarles trozos palpitantes, masticarlos ensalivados o tragarlos hasta atragantarse de tu cuerpo y deglutirte de un solo tarascón. Succionar los densos licores de tus ansias insatisfechas, saciarme de tus condimentos y tus adobamientos, oler tus humos incitantes al irte quemado en los rescoldos de las brasas que quedan aun bajos las cenizas de tus desasosiegos y recatos malvenidos, degustar los caldos quemantes de tus carnes bien marinadas, sorber esa sopa densa que escurre lenta y enjundiosa escaldando los labios enviciados, beber el candente consomé que derramas al irte salteando en las llamas del pecado de la gula y sazonando con las especias de la desatada lujuria. Si eres adicta a mí, puedo devorarte entera, vivita y coleando en una antropofagia salvaje, de dientes filosos y hambres insaciables, solo debes dejarte trinchar y cortar en rebanadas para que seas el bocado que guarda el chef para su propio consumo. 


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