“Tengo ganas de
comer chocolates y llorar mucho, pero también quiero brincar bajo la lluvia,
también deseo estar tendida en una cama y charlar de cosas simples”. F. de L.
Vengo por tu fantasía de que no te hablen y
solo te acaricien. Que te penetren pero te hagan sentir los orgasmos tan solo
con los labios, que beban de tus senos erectos pero que no te penetren. Y será solo
el silencio y mi boca en tu vulva, en tus pezones, en tus ingles, y mi propia
mano en mi verga, sin penetración, solo la piel contra la piel. Tengo claro que
tú no puedes ni debes ser fiel, no importa niña de la lluvia, esa es tu mayor
seducción, ser evasiva y sensual, ser hembra ardiente y dulce mujer, ser
romántica y sexual, todo al mismo tiempo y en el mismo lugar, sobre el mismo
cuerpo, y un macho viejo no necesita fidelidad, además que tampoco yo la doy,
solo busco cercanías de piel, la sensualidad del contacto de dos cuerpos
desnudos, la intensidad de los restriegos, las caricias íntimas, el goce
compartido en la misma copa. Cuantas veces te he imaginado entre mis brazos, de
distintas maneras y en distintas circunstancias, a veces abrazados hablando de
poesía, afuera llueve intensamente, es atardecer de invierno, y ambos estamos
muy solos, otras estamos desnudos, es verano caluroso, estamos sentados en
sillones, frente a frente, mirándonos sin deseos, solo explorando lo que somos,
o ambos nos estamos masturbando mirándonos excitados pero sin tocarnos, como un
rito de delicada perversión. También caminando despacio por las calles llenas
de gente, rozando nuestras manos furtivamente, riendo de que todos nos crean
amantes. Y hace tiempo nos imaginé atrapados en una cópula desaforada y
bestial, buscando y experimentando todas las variantes sexuales posibles para
después escribirlas como largos poemas en dueto. Es que mientras te voy
conociendo en tu lejana presencia siento cierta sensación de voluptuosidad, de
estar espiando escondido los íntimos vericuetos de tu vida, de tu extraña
sexualidad y de tu sensualidad densa, quieta y sublime. Y me adentro extraviado
en tu misteriosa opacidad y vuelvo a verte como siempre te vi; una dama de la
bohemia romántica, que debió haber nacido en París a fines del siglo XIX, donde
hubieras sido musa, escritora, amante de artistas, o quizás lesbiana o pintora.
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