Los cristales empañados nos declaran el frío
de allá afuera. El fuego de la chimenea se avivaba por momentos desprendiendo
sonidos agudos. Un color anaranjado invade las paredes de madera. La taza de
café entre tus manos desprende un halo de vaho. La calidez del interior de la
cabaña contrastas con el frío día que hace en el exterior. En tus ojos el
reflejo del fuego dibuja destellos insondables. Solo un ligero edredón cubre
nuestros cuerpos. Los ojos hablan por nosotros. El fuego sigue con su música.
Notas el calor de mi aliento detrás de tu oído. Al contacto de mis labios reaccionas
con un pequeño respingo, giras la cabeza buscando mi boca. Delicadamente rozas
con tus labios los míos, retirándolos enseguida. Nos volvemos a mirar a los
ojos. En tu cara se reflejan las figuras parpadeantes del fuego. De nuevo
buscas con tus labios mi boca, apretándote en un largo beso. Las manos siguen
el lenguaje de nuestros besos. Unidos en un fuerte abrazo, nuestras bocas beben
de la saliva del otro. Tus labios se tornan rosados cuando tu corazón empieza a
latir con más fuerza. El calor de la chimenea caldea el ambiente. Nuestros
cuerpos se enzarzan en abrazos y caricias dejando caer el edredón. Te sonrío
con complicidad. La luz del fuego le da un ámbito amarillo a la habitación. El
vaho empaña los cristales. Fuera todo sigue igual de frío. Nuestros ojos se
cruzan en una larga mirada. Inclinas la cabeza para ofrecer tu piel a mis
besos. Tus manos acarician mi pelo. Cierras los ojos, giras la cabeza,
entreabres la boca. Afuera el frío recorre los parques solitarios, las plazas
de las estatuas ateridas, las callecitas vacías. Tú sigues mirándome sonriente,
desprejuiciada. La chimenea chisporrotea. El fuego aumenta de intensidad al
empezar a arder un gran leño que se había resistido a la combustión. El calor
del fuego se mezcla con el calor de nuestros cuerpos. Las respiraciones se
convierten en gemidos. Tus manos arañan mi espalda cuando empiezas a mover la
cabeza en todas direcciones. Inclino mi cuerpo hacia atrás y lanzo un largo quejido
que se confunde con tus gemidos. Al unísono nuestros cuerpos destellan en un torbellino
de sensaciones que acaban por inundarnos como el agua que surge de una ardiente
vertiente, como leños ardiendo en un mismo fuego. Acaricias mi cabello. Levantas
mi cabeza y besas mi cara.
sábado, 5 de julio de 2014
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