miércoles, 30 de julio de 2014

CON LOS PIES EN LA TIERRA


Se pone de pie y él se coloca detrás de ella. Está abierta y dispuesta. Siente sus jugos vaginales escurrir por sus muslos. Su vulva está anhelante. La abraza e inmediatamente ella mueve sus glúteos hacia atrás para empotrarse contra su pelvis. Lo siente duro, húmedo y caliente rozándola intentando adherirse en ella. Su pene tantea la entrada de su sexo. Siente sus movimientos pélvicos. Sus primeras embestidas golpean contra sus nalgas, contra sus labios mayores, su clítoris, su zona anal, pero no logra encontrar el camino. Ella está hirviendo, él nervioso. Sigue intentándolo con cada embestida. Ella mueve sus pompas buscando empalarse en esa verga erguida y punzante. Por fin, de improvisto, se produce la penetración vulval. Su falo ha encontrado el camino de su sexo mojado, caliente y ansioso, y se ensarta como una lanza al rojo vivo. Ella siente como si la hubieran abierto en canal, pero la sensación es tan deliciosa que sus paredes vaginales estrangulan el miembro para no dejarlo salir. Con el acople comienza un coordinado movimiento de sifoneo, de pistoneo, cimbreando ambos en un voluptuoso vaivén paralelo. Las manos varoniles dejan de atraerla y empujarla y pasan a apretar sus pechos. Los pezones punzan carnales las palmas de sus manos. Están abotonados en una cópula silenciosa de voces, solo se escuchan chapoteos, jadeos y suspiros. El ritmo aumenta y ambos avanzan juntos hacia el orgasmo y la eyaculación. Ella se muerde el labio superior mientras recibe los embates profundos que a veces la hacen empinarse en punta de pies. En el inicio del orgasmo echa las manos hacia atrás y coge ambas nalgas de él para acompañarle en las embestidas e indicarle que ya no puede escaparse. Él comprende la indicación y hunde en un último esfuerzo su miembro en la humedecida calentura vúlvica de ella, eyacula. Ella siente los chijetes quemantes en su interior y se deja arrastrar por el orgasmo clavada profundamente por esa estaca carnal, grita y se estremece en verticales espasmos. Se viene un silencio de respiraciones agitadas buscando la calma. A ambos le tiemblan las piernas. La postura les duele en las rodillas y los músculos de las pantorrillas, casi no pueden mantenerse en pie y se dejan caer abrazados y gozosos en el lecho.


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