Se pone de pie y él se coloca
detrás de ella. Está abierta y dispuesta. Siente sus jugos vaginales escurrir
por sus muslos. Su vulva está anhelante. La abraza e inmediatamente ella mueve
sus glúteos hacia atrás para empotrarse contra su pelvis. Lo siente duro, húmedo
y caliente rozándola intentando adherirse en ella. Su pene tantea la entrada de
su sexo. Siente sus movimientos pélvicos. Sus primeras embestidas golpean
contra sus nalgas, contra sus labios mayores, su clítoris, su zona anal, pero
no logra encontrar el camino. Ella está hirviendo, él nervioso. Sigue
intentándolo con cada embestida. Ella mueve sus pompas buscando empalarse en
esa verga erguida y punzante. Por fin, de improvisto, se produce la penetración
vulval. Su falo ha encontrado el camino de su sexo mojado, caliente y ansioso,
y se ensarta como una lanza al rojo vivo. Ella siente como si la hubieran
abierto en canal, pero la sensación es tan deliciosa que sus paredes vaginales estrangulan
el miembro para no dejarlo salir. Con el acople comienza un coordinado movimiento
de sifoneo, de pistoneo, cimbreando ambos en un voluptuoso vaivén paralelo. Las
manos varoniles dejan de atraerla y empujarla y pasan a apretar sus pechos. Los
pezones punzan carnales las palmas de sus manos. Están abotonados en una cópula
silenciosa de voces, solo se escuchan chapoteos, jadeos y suspiros. El ritmo
aumenta y ambos avanzan juntos hacia el orgasmo y la eyaculación. Ella se muerde
el labio superior mientras recibe los embates profundos que a veces la hacen
empinarse en punta de pies. En el inicio del orgasmo echa las manos hacia atrás
y coge ambas nalgas de él para acompañarle en las embestidas e indicarle que ya
no puede escaparse. Él comprende la indicación y hunde en un último esfuerzo su
miembro en la humedecida calentura vúlvica de ella, eyacula. Ella siente los
chijetes quemantes en su interior y se deja arrastrar por el orgasmo clavada
profundamente por esa estaca carnal, grita y se estremece en verticales
espasmos. Se viene un silencio de respiraciones agitadas buscando la calma. A ambos
le tiemblan las piernas. La postura les duele en las rodillas y los músculos de
las pantorrillas, casi no pueden mantenerse en pie y se dejan caer abrazados y
gozosos en el lecho.
miércoles, 30 de julio de 2014
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